martes, 28 de abril de 2009

The Soft Boys – They Like it Rough



Queridos lectores, aquí les tiro una puntita para empezar una conversación con una mujer.

-Escuchaste Los Soft Boys?

-No.

-Me imaginaba. Son muy buenos, empezaron a tocar en Inglaterra en 1976, por lo que son considerados unos de los promotores del post-punk y la neo-psicodelia. Aunque luego, claro, cuando encontraron su propio sonido fueron más allá y compusieron canciones increíbles.

-Por qué me estás contando esto? A mí que me interesa?

-Pensé que si yo lograba cambiar tus gustos musicales ibas a empezar a verme como alguien interesante, tal vez acostarte conmigo.

-No, yo soy una chica. A mi me atrae el dinero y los hombres con perspectiva de éxito en la vida.

-Tengo un pene enorme y mi padre es político.

- Te amo.

Por razones como esas es que amamos a las mujeres.

Y por razones como los Soft Boys es que amamos la música.

Para que mis queridos lectores entiendan de qué estamos hablando, he aquí un compilado de los Soft Boys que no los defraudará, armado por nuestro mayor y más antiguo colaborador: El Sr. Fitarro (ciudado chicas, tiene novia).

Acaso el Sr. Fitarro sea la persona más indicada para hacer esta selección, dado que él también entra en la categoría de Chico Suve, pero que en su interior esconde un sucio y depravado ser. Es que así también son los Soft Boys.

Disfrútenlo.

BAJAR

ds.


jueves, 23 de abril de 2009

Los Últimos días del Rock

Hace un tiempo encontré, en un blog que ya no existe cuyo nombre era Fracaso Absoluto, un muy buen posteo que de inmediato copié y guardé como archivo de Word. Recuerdo especialmente aquél blog porque fue el primero que leí regularmente en mi vida, firmado por un tal Espósito, un pibe de La Plata que nunca conocí o que conozco sin saberlo, disfrazado con un nombre menos romántico, viviendo una vida menos interesante. Adjunto a continuación el relato.

“… estaba completamente drogado, el sol de las dos de la tarde me quemaba la cabeza y los insectos citadinos que volaban sobre el césped de Plaza Moreno zumbaban en mis oídos como si trataran de completar el paisaje de mi cabeza. Un grupo de chicos se divertía alrededor de unos muñecos y un Mickey Mouse del conurbano se sacó la enorme máscara para fumar un cigarrillo barato. Alguien a lo lejos gritó mi nombre y unas siluetas negras vinieron hacia mí. Eran Fernando y Gabriel. Los encuentros en La Plata hace un tiempo que dejaron de parecerme fortuitos, los violentos masones que diseñaron la ciudad matemática de alguna manera prefiguraron cada encuentro. Los dos estaban demasiado abrigados, algo en el cigarrillo que encendió Gabriel fue asqueroso. Podríamos haber hablado pero nos quedamos en silencio y la música lejana del show infantil, los murmullos, los gritos de los nenes, los autos sobre el pavimento, todo conformó una sinfonía sonora que me obligó a cerrar los ojos y escuchar. Luego de unos largos minutos observando el lento avance de las nubes sobre el cielo, Fernando comenzó a hablar.

-Che, ¿conocen una banda que se llama The Strokes?

-Ayer vi un video, no los conozco. ¿De qué época son?

-No se, pero me encantó. Parecen viejos.

-Sí, pero me fijé que el baterista tenía una remera que decía 1989, o sea que tienen que ser posteriores a ese año.

-El tema era genial.

-Era genial.

Aquí tendría que hacer un paréntesis y contar no sin tristeza que, en aquél entonces, los piratas de la industria musical consideraban a Linkin Park una banda interesante y a Fred Durst un cantante carismático. Internet aún no se había apropiado de nuestras vidas y los discos de Bowie comenzaban a rayarse de tanto escucharlos. Toda la música contemporánea y comercial era basura, vestigios de lo que alguna vez intentó esbozar Cobain sin éxito. Mientras todo alrededor parecía venirse abajo, el kiosquero de mi casa me negaba la compra de cigarrillos en Lecops o Patacones. De alguna forma, The Strokes fue una esperanza. Luego comprobaría que aquella idea era del todo falsa.

Los Strokes son una banda de laboratorio, responden a un meticuloso diseño que nos muestra cómo debe lucir y sonar una banda de rock. La ropa, el pelo, los videos, el filtro en la voz de Casablancas, todo es parte de una estrategia visual que no busca más que recuperar algo del viejo espíritu punk que alguna vez tuvo algún sentido en Nueva York y en el mundo. Claro, algún desprevenido podría pensar que esto transforma al grupo en un conjunto de farsantes, pero la sentencia sería errada: su música es sensacional. The Modern Age, Soma, Alone Together, Hard to Explain, canciones brillantes y rockeras cantadas como uno espera que sean cantadas: sin ganas por un joven alcohólico. Compré original su disco Is This It? y me volví un fanático. Con el tiempo, en las calles, comenzaron a aparecer clones tercermundistas de Hammond o de Casablancas, con camperas cortitas y pelo sin lavar. Incluso algunas chicas hermosas y desalmadas podían llegar a salir a Wilkennys con una remera a colores de los Ramones. Las tiendas de ropa con estampas de Patti Smith no fueron difíciles de encontrar. Desde las grietas del suelo aparecieron miles de bandas sonando a lo Stroke: guitarra rítmica en corchea, batería waiting for my man, rock proto punk.

Una cuestión que llamó mi atención fue la etiqueta retro que le endilgó la prensa. ¿Por qué a Oasis, que había robado descaradamente a a T Rex, nadie los acusó de retro? Quizás porque lo de los Strokes era más complejo, quizás porque había algo de semilogía en su propuesta. Oasis es, básicamente, un grupo clase baja inglés con la sensibilidad suficiente para componer Live Forever. Los Strokes, en cambio, parecen jóvenes acomodados de Nueva York que se manejan en los lugares exactos donde ocurre la acción, como si Paul Auster o Jim Jarmusch tomaran cerveza en el mismo bar para conversar sobre lo genial que es el último de Yo La Tengo. Hay una consciencia en los Strokes sobre la forma. La actitud es deliberada. Quizás habría que indagar en el por qué de esa pose.

El rock fue un proyecto cultural moderno, en tanto se creía que el hombre podía hacerse cargo de la historia y darle un rumbo justo. El cine de Godard, los libros de Sartre, el disco Revolver, el derrocamiento de Batista, Woodstock, todo responde a ese espíritu esperanzado que creía tener la Historia en las manos y hacer de ella lo que quisiera. Este proyecto fracasó rotundamente: el hombre perdió la batalla contra la ciencia y el mundo tiende a avanzar en línea recta hacia la profetizada Matrix o caverna de Platón. El mundo será entonces de aquellos que tienen la tecnología en sus manos, para el resto quedarán pastillas de color azul o el suicidio. El posmodernismo es entonces la cronología de una derrota, la falta de esperanza y el triunfo de la idea de Historia que avanza en línea recta hacia la deshumanización de 2001: A Space Odissey. La explosión digital de los últimos 10 años (celulares, pen drives, descargas de discos) sólo parece profundizar esta idea: la Historia ha perdido conflictividad, es inexorable.

La etiqueta retro a los Strokes responde a esa idea que profetizó el poeta entrerriano: el futuro llego hace rato. La historia terminó y sólo puede volver una y otra vez al pasado. Contrariamente a lo que creen muchos, no fue Ok Computer el último disco de rock de la historia, sino Is This It? Asì como el cowboy representa el hombre desaparecido con el triunfo del progreso, así como el gaucho representa el hombre desaparecido con el triunfo del orden conservador, así como el Che Guevara representa el hombre desparecido con el triunfo del capitalismo globalizado (el sistema busca mártires para crear la ilusión de que es abierto), Julian representa el final del rock. Digámoslo así: es el último rockero de la historia.

El disco es un objeto obsoleto; el rock ha desaparecido como proyecto artístico para transformarse en catarsis masiva de pibes subyugados por las estructuras de un sistema que les resulta hostil. El público se ha dividido en dos posibilidades: a) el joven aburguesado que paga 500 pesos para ver a u2 y permanece sentado, haciendo jactancia de su tranquilidad (que en realidad es la tranquilidad que le dan sus ingresos) b) el joven que va a ver a Horcas o a Los Redondos y hace pogo, salta, está en trance, se droga, se golpea y parece ni siquiera escuchar el recital. Las dos posibilidades me parecen negativas.

Las bandas son rehenes de un sistema que sólo les permite tocar en festivales auspiciados por entidades corporativas: Pepsi, Quilmes. Es imposible vivir de la música sin renunciar a alguna clase de ideal. Las revistas de rock no pueden ser independientes de las empresas que las sostienen. El rock ha muerto.

Toda música masiva es, hoy, electrónica. Y ha sido así desde hace ya algunos años, quizás desde que el último mártir del rock (Cobain) se pegó un tiro. La cumbia, el reaggeton, las mútiples variantes del dance, el hip hop, el pop americano (Madonna, Britney), el rock mainstream (U2, Coldplay). Los grupos grandes que perduran con guitarras colgadas sólo hacen un negocio de la nostalgia (Kiss, Rolling Stones). Estamos hablando de Estados Unidos, claro, los dueños de la Historia. El rock del aguante que vivimos acá en Argentina es parte de nuestra condición de país del tercer mundo y responde a esa necesidad de catarsis de jóvenes marginados de la que hablaba antes. En Cromagnon se demostró hasta qué doloroso punto esto es así.

The Strokes es, entonces, una banda elegíaca. Son estereotipos rockeros fabricados para que en nuestras mentes esa cosa llamada rock perdure. No digo que el rock deje de existir, pero sí que no podrá hacerlo si no se subyuga a esas ideas que comenzó combatiendo (lo cual quiere decir que ha muerto) o si no se maneja en la más absoluta marginalidad (Wilco, Yo La Tengo, The Feelies, Los Planetas). Claro, para un artista americano hay alguna posibilidad de vivir del asunto, para uno argentino el tema se vuelve complejo.

The Strokes son la despedida del rock del mundo. Adiós amigos, y buenas noches.”

Fracaso Absoluto, lo recuerdo, cerró un día de sol invernal hace algunos años. Una profunda tristeza se apoderó de mi y durante semanas enteras entré a la página con la esperanza de que Espósito la hubiera reabierto. Jamás vi que alguien dejara un comment y yo nunca tuve el coraje de decirle cuan grande era mi deuda hacia él. Atesoro en mi cabeza algunos posteos que nunca guardé: la relación entre el glam y el fascismo, la comparación entre Merrit y Tennyson, etc. No se si alguien más los habrá leído.

Quizás Esposito, como el rock, desapareció. Quizás Espósito no hizo más que entender y narrar su propia muerte en un blog anónimo. Quizás Espósito era algo más que una persona. Sus palabras suenan hoy como un murmullo en mi cabeza. Les dejo aquí este vídeo de The Strokes interpretando The Modern Age. Quizás el último recital de rock de la historia: impostado, estúpido, referencial, genial.



GG