viernes, 30 de abril de 2010

Cerrado por melancolía


Ah… Los noventa… Qué buena década. En materia política fue nefasta para el mundo, pero musicalmente construyó nuestra identidad. Un amigo suele decir: “Hay como un color detrás que fueron los ‘90”.


De las camisas a cuadros de las bandas de Seattle a la caminata de Richard Aschcroft en “Bittersweet Simphnony”. El Matador Records. El video de “Shakermaker”. “Bill is dead”, de The Fall. Y, por supuesto, “1979”. Había algo real. El rock todavía podía ser una actitud, casi una ideología.


Esto también eran los ’90:


So drunk in the august sun

And you’re the kind of girl I like

Because you’re empty and I’m empty


Y sobre todo:


And if I go there, I won’t stay there

Because I’m sitting here too long

I’ve been sitting here too long

And I’ve been wasted


Alguna vez, en este mismo espacio, dije que los ’60 fueron el último intento por hacer del mundo un lugar más interesante. Los ’90 fueron la resistencia, cuando todavía eso era posible.


Hoy el rock está en los celulares.






EM.






martes, 27 de abril de 2010

Doreen Shaffer – We’re all alone


La versión que Doreen Shaffer hace de We’re all alone corrobora una teoría que tengo desde hace un tiempo: no existen las canciones malas; sólo hay canciones mal hechas.

(Como algunos sabrán, últimamente sólo escucho música jamaiquina. Se viene un compilado triple, dedicado a todos los boludos que hablaron boludeces).

Con amor dígito-anal,

ds.


jueves, 22 de abril de 2010

Las pirámides de Egipto


Voy a decirlo como lo haría un crítico de rock: Los Planetas gozan de buena salud. Su nuevo disco, Una Ópera Egipcia, lo confirma. Pero ordenémonos y vayamos por partes. Hace algún tiempo, leyendo una nota sobre “Avatar” (que, como me estoy poniendo viejo, me parece un peliculón), concordé con la postura de su autor respecto de que, a la hora de escribir sobre algo, especialmente si se trata de asuntos artísticos, es una redundancia absoluta decir cosas tales como “me parece que”, “en mi opinión”, etc.: se supone que debe ser así, no hay otra forma de hacerlo. Buscar cierta distancia sería algo inútil y, lo que es aún peor, equivocado. Así que eso es lo que me dispongo a hacer.


La primera impresión, por supuesto, es la de la gratificación por la noticia de un nuevo disco de Los Planetas. Pero ojo: no debía pasarnos lo mismo que con “La Leyenda del Espacio”, que resultó ser bastante desparejo. Nuevamente, entonces, hubo que superar ese momento y plantarse en el disco.


El instrumental que oficia de primer tema acaso puede dejarte un poco desconcertado, pero en seguida las cosas se ordenan con “Una corona de estrellas”, que recuerda incluso a las épocas de Unidad de desplazamiento. “Tiene que haber alguna manera de que yo hable contigo quiera o no quiera”, se amarga J. Sí, señores: la melancolía ha vuelto. Y, de la mano de algunas reinterpretaciones andaluzas, J vuelve a apostar a esa simpleza que lo hace un letrista único: “Desde que nos conocimos, no la he podido olvidar”.



Debajo de las estrellas

escondidos en la oscuridad

estuve a solas con ella

y no pude decirle la verdad



En otro tiempo y en otro blog, y acaso con otra identidad, JPS escribió: “La condición necesaria de ella es la ausencia. Ella no puede estar y probablemente nunca esté, porque su mejor característica es la de estar omitida”. Para qué decirlo torpemente si alguien ya lo hizo con tanta claridad.


“Soy un pobre granaíno”, en tanto, cambia el humor. Un típico tema rocker planetario con una melodía prolongada y festiva. La canción hasta combina sonidos electrónicos con una flauta. En verdad, todo el disco se solaza jugando a mezclar la más pura electrónica con instrumentos acústicos. Una Ópera Egipcia es una obra compleja y ruidosa que posiblemente necesite tiempo, pero que sabe pagar con creces esa paciencia.


Y eso que todavía no llegamos al mejor momento del disco: “No sé cómo te atreves”. Una canción intensa, dulce, cantada a dúo con una mina que tiene una voz hipnótica y entrañable. “Ahora sé en qué nos parecemos / Ahora parece que sé que tu y yo somos igual”, dice J al comienzo. No hay caso: la canción se va abriendo paso con toda la seriedad de la ocasión. Me animaría a decir que hasta está en un registro innovador para la música del grupo. Los dos cantantes conforman un contrapunto que no puede menos que emocionar. Un temazo. El momento cumbre de la pirámide.


“Señora de las alturas”, en cambio, es el típico tema de desamor. O mejor dicho: del amor cuando toda esa historia feliz ya se terminó. Musicalmente es brillante, sosegado, armónico. Tiene una guitarra que se desplaza por la canción con todo ese espíritu indie del que Los Planetas pueden enorgullecerse. Por supuesto, y como siempre, esa genial estructura musical es directamente proporcional al desgarro de la letra. “No es manía ni locura esto que tengo contigo”, se sincera J, para luego balbucear con dignidad: “Para que pueda contarte lo mucho que te necesito / Te sigo queriendo lo mismo”.


Hasta “La Veleta”, con su movediza base de batería y sintetizadores, casi todo es sobresaliente, con un estado anímico óptimo. En este tema también canta la misma mina del mencionado momento cúlmine (parece que se llama Ana). La canción, adictiva como pocas, recuerda incluso a “Cumplimentando compromisos contractuales”. A no dejarla pasar porque, después, llega lo inevitable: el disco se torna quizás tan oscuro y denso como “La Leyenda del Espacio”. Me cuenta bz que los integrantes de la banda persuadieron a J de no arrojarse tan de lleno al flamenco. Menos mal. Igual entiendo esa clase de desplazamientos. En mi caso, por ejemplo, me siento cada vez más cercano al tango.


Para finalizar podríamos arriesgarnos un poco y decir que bien haríamos en sacar el primer y el último tema de la lista. Incluso el anteúltimo.


En definitiva, Una Ópera Egipcia es un álbum adulto, esperanzador, menos viciado que el anterior. Lo destacable es que la banda, sin caer nostálgicamente en el recuerdo de esas obras grandiosas que supo hacer, sigue adelante. Y sobrevive. Es que esa es la mejor forma de pasar el tiempo: haciendo discos.


Qué ganas de vivir en Granada.






EM.


Noticias de ayer

El asombroso hecho de que los diarios deban salir (valga la redundancia) todos los días, ha condenado al periodismo a volverse una variante del chimento o del rumor. Ciudades como Pehuajó o Carlos Casares tienen dos periódicos que se pelean por retratar la vertiginosa realidad de dos pueblos entrañables en los que, a decir verdad, no sucede nada. Sería ideal un semanario, incluso una publicación mensual, allí se contaría lo verdaderamente importante y la información tendría algún valor. Pero la noticia se ha vuelto una mercadería y la necesidad de llenar vacíos y vender publicidad hace que cualquier banalidad sea comentada, que lo famoso no se relacione con el mérito sino con el mero oportunismo del periodista que se ve obligado a escribir sobre lo que sea ya que, a fin de cuentas, lo que importa no es el texto sino las publicidades que lo rodean y que mantienen viva la maquinaria.

No todos los días suceden cosas interesantes. Del siglo XII sólo recordamos las fallidas Cruzadas, la irrupción de la burguesía en las ciudades y a San Francisco de Asís. Del siglo XIII no recuerdo nada, porque recordar es un acto de fe y no creo que ese siglo haya existido siquiera. En la actualidad se inventan titulares, se hace ficción sobre la realidad pero ésta, inmutable como el tiempo, permanece indiferente al drama televisivo. Somos espectadores de una novela diaria llamada TN.

En Utopía de un hombre que está cansado, Borges hace hablar a un hombre del futuro que dice:

-En mi curioso ayer –contesté-, prevalecía la superstición de que entre cada tarde y cada mañana ocurren hechos que es una vergüenza ignorar. (…) los ínfimos pormenores del último congreso de pedagogos, la inminente ruptura de relaciones y los mensajes que los presidentes mandaban, elaborados por el secretario del secretario con la prudente imprecisión que era propia del género.

Todo eso se leía para el olvido, porque a las pocas horas lo borrarían otras trivialidades. (…) Las imágenes y la letra impresa eran más reales que las cosas. Sólo lo publicado era verdadero. Esse est percipi (ser es ser retratado) era el prinicipio, el medio y el fin de nuestro singular concepto del mundo (…)”.


El asunto a pensar es si la compulsiva metralleta de noticias responde a una necesidad del hombre actual o a una estrategia de mercado: por cada nota sobre la inseguridad, una publicidad de Garbarino. Quizás ambas cosas estén relacionadas, siendo una consecuencia directa de la otra.

La saturación de información va anulando lentamente la posibilidad de interpretarla. Así como es imposible generar noticias a diario, también es imposible asimilarlas. La diferencia entre lo bueno y lo malo cae en una peligrosa relatividad donde los juicios tajantes han sido perimidos, donde basta con aparecer para ser respetado. El debate entre lo verdadero y lo falso ya no existe, ha sido reemplazado por la dicotomía real-irreal (mediático-no mediático), que cierra la posibilidad de una discusión y que explica en parte el estéril debate por la inseguridad entre el gobierno nacional y los medios (y la gente que los lee).

Si antes de Internet coleccionábamos las RS, hoy uno puede hojearlas en 10 minutos y ya no volver a leerlas. El catálogo de novedades es tan extenso y exhaustivo que uno termina saturado, rezando por la aparición de un ensayo sobre los Beatles. Las diferentes publicaciones pueden diferenciarse, sí, por el segmento de mercado al que apuntan, pero es ridículo pensar que hay una mejor que otra. Inrocks es para cierto público, RS para otro y La Mano para otro. Todas tienen el mismo defecto: ya no hay textos memorables sino una compulsiva búsqueda de lo último, como un burro persiguiendo la zanahoria del tiempo.

En un ensayo sobre la precisión de los simulacros, Jean Baudrillard recuerda un cuento de Borges sobre un mapa (es decir, una representación) tan detallada que es ya una correspondencia biunívoca con el territorio. A partir de esta historia señala que en la era postmoderna el territorio ha dejado de existir y que sólo ha quedado el mapa o, mejor, que es imposible distinguir los conceptos mismos de mapa y territorio, borrando la diferencia que solía existir entre ellos. Baudrillard insiste en que la realidad supera a la ficción y afirma que no existe la construcción de sentido independiente. En la cultura contemporánea el concepto de "realidad" ha entrado en una crisis irreversible.

Hace algunos días, durante una larga noche de insomnio, vi en Encuentro una entrevista genial al sociólogo francés Alan Touraine. Entre otras cosas, presentando su libro Crítica a la modernidad, comentó que este no es ya un mundo industrial dedicado a la fabricación de objetos sino que se trata de un mundo post-industrializado dedicado a la fabricación de imágenes del hombre. La expresión es llamativa y me resulta muy precisa. De esa proliferación de imágenes surge el problema de cómo verse primero a uno mismo (con el riesgo de caer en el Yo devenido en estrella de Lipovetsky) y luego al otro cultural. Si en la modernidad cayeron las grandes narraciones, en la actualidad todo discurso ha sido absorbido por un único gran relato: la globalización. El peligro que implica lo globalizado es que se aceptan las diferencias culturales siempre y cuando se ingrese al mundo de intercambios y capitales. No se discrimina ya por religión, raza o sexo sino por capacidad de consumo, y es aquí donde uno logra entender cómo la pobreza (y su marginalidad) es hoy la forma de discriminación final y decisiva, anónima y silenciosa, casi tercerizada.

Cada vez que escribo sobre estas cosas me pregunto por qué no posteo un tema de los Ramones y ya. Los otros días Becky, una amiga universitaria, estaba leyendo un apunte sobre la post modernidad de un autor que ya no recuerdo. Se lo pedí para hojearlo. Me encuentro con que el primer capítulo tiene el rotundo título La Muerte del Sujeto. Lo salteo. El segundo capítulo se llama El fin del criterio único y la dictadura de lo relativo. Lo arrojé al suelo con algo de pavor. Todo esto pasó mientras intentaba escribir este banal artículo. Quise dejarlo, claro. No pude.

Este es el resultado de esa incapacidad.

Un tema de los Ramones y ya.
JPS

lunes, 19 de abril de 2010

Los tres mejores temas de Charly – Inconsciente colectivo


No estaba seguro de si este tercer tema tenía que ser “Inconsciente colectivo” o “La Ruta del Tentempié”, pero la otra vez andaba dando vueltas por una librería y pasaron el primero y ya no hubieron dudas. Eso de nace una flor, todos los días sale el sol, de vez en cuando escuchás aquella voz fue determinante.


También influyó el hecho de que, de esta manera, quedan seleccionados un tema de cada uno de los tres mejores discos de Charly: “Tuve tu amor” de Piano Bar, “Ojos de videotape” de Clics Modernos e “Inconsciente colectivo” de Yendo de la cama al living.


Pero volviendo a la canción que nos ocupa, comenzaremos por decir que su comienzo es directamente revolucionario en materia de sonido. Es más: daría la impresión de que todas las versiones que se hicieron de este tema no supieron bien qué hacer en esa parte. Después, lo que ya sabemos: una melodía triste apoyada por un piano que marca los acordes. Pero a la vez existe un transformador que se consume lo mejor que tenés. Los arreglos y el estribillo son tan buenos en sí mismos que no hacía falta ni que Mercedes Sosa los interpretara. Aunque por suerte lo hizo.


De todos modos, el momento más destacable de "Inconsciente colectivo" acaso sea cuando ingresa la bata a un volumen exageradamente alto, con pleno pulso ochentoso. Los coros, el clima general, la relación del bajo con la percusión: la canción pinta un paisaje hermoso. Hay que decirlo así. Sin vueltas.


Siempre la llevarás dentro del corazón

Te pueden corromper, te puedes olvidar

Pero ella siempre está…


Buenas noches. Felices sueños.



EM.




jueves, 15 de abril de 2010

Astor Piazzolla – El Rufián Melancólico


“Tenés que hacer un compilado de Piazzolla para LSTM”, me dijo el Bruzzo por sms.


En ese momento yo estaba emborrachándome en un cumpleaños.


Y bueno.


Es éste.



BAJAR



(La lista de temas está en los comments).



EM.



martes, 13 de abril de 2010

Betrayal Takes Two, de Richard Hell

La vida adulta está bastante bien. Ahora mi barba crece pareja y puedo usar camisas todo el día. También me va mejor con las chicas. De adolescente solía ser muy tímido para dirigirme a las nenas bonitas, así que andaba mucho con feas. Hoy pasa lo contrario: las bonitas me ponen muy lascivo y a ellas, que un tipo feo como yo crea que está a su nivel, les baja tanto el ego que terminan cediendo su sexo sólo por auto-desprecio. Es hermoso.


Todo va muy bien, excepto por un detalle: la música.


Hasta hace un tiempo era cuestión de entrar a Allmusic.com y poner Yo La Tengo, Artistas Relacionados y empezar a bajar. Todo un mundo desconocido de indie rock se abría ante mis oídos y me entregaba así al dulce y desconocido sonido. Hasta que un par de años más tarde llegó el momento en que me di cuenta: ya escuché todo lo que me gusta.


Los primeros discos de Brian Eno y Kevin Ayers fueron el último gran descubrimiento. Pero resulta que todos los artistas relacionados con Ayers y Eno entran en el terreno de rock progresivo o ambiental, que mi propio padre me ha prohibido desde pequeño...


-Hijo, todo lo que toca Dylan es nuestro reino.

-Pero... y ese lugar de sombras?

-¡Oh, no! nunca debes ir ahí. Ese es terreno de los Crimson. Una vez que entras sales con fijador en el cabello.


Así que ahora, que me he quedado sin bandas para escuchar, me restan dos opciones: o voy por música moderna, o voy recabando en el pasado los pocos resquicios de buen indie pop.


Analicemos la primera:


Existe toda una camada de treintañeros que todavía usan zapatillas blancas y remeras de Blondie. Se pueden encontrar en los recitales de Fujiya & Miyagi o Bloc Party. Tienen lo que se llama el Síndrome de Peter Punk.


-cuál es ese síndrome, ds?

-es el que nunca te permite superar a los Pistols.


Así que ahí andan, deambulando, trabajando para el Estado y bajando lo último de The Virgins, tratando de convencer por Facebook a una piba de 19 años que escuchar Elliott Smith los martes de lluvia los pone "..Re TriSteS.. :=(".


Definitivamente, not my style.


Ahora la segunda:


Ser un nostálgico no es una actitud muy cool que digamos. Todas las chicas modernas escuchan Las Pastillas del Abuelo y No te va a Gustar, y las que más o menos tienen onda te salen con The Killers, con lo cual te vas quedando cada vez más aislado del mundo musical. Pero el pasado también tiene sus recompensas. Escuchar un temazo escondido en el tiempo es algo impagable, y me acaba de suceder recientemente.

Hace una semana me dije "le voy a dar otra chance a Richard Hell". y descubrí el tema Betrayal Takes Two. (El resto del disco me parece muy inflado)


Hermosa y sublime canción de Richard Hell, en la que todo está en su lugar: el nombre del tema, la letra, la melodía, la forma de cantarlo. Es excelente. Así que, perras, disfruten, ya que en el pasado se descifra el universo, el presente es para los giles y el futuro para los nostálgicos.



ds.