domingo, 27 de junio de 2010

Problemático y Febril

Los otros días fui al odontólogo y en la sala de espera comencé a leer una RS. En algún momento de mi vida fui un gran comprador de esa revista, luego Internet destruyó el negocio y sólo quedó un extenso catálogo de novedades y publicidades cool para el segmento juvenil ABC1. O quizás, por qué no, simplemente envejecí, y así como me dejó de gustar Rayuela perdí el interés por saber cuál es la nueva gran cosa en Inglaterra (hace 40 años que la nueva gran cosa son los Kinks).

Encontré en la RS una entrevista a Bob Dylan, y lo que más me interesó fue el epígrafe, que me dejó pensando algunos días. El periodista decía algo así “uno de los últimos representantes de la cultura del siglo XX”, lo cual es sin dudas cierto y, por qué no, doloroso. La realidad ha cambiado drásticamente y los grandes artistas del siglo pasado parecen hablarle a otro mundo, un mundo que aún dejaba abierta la posibilidad de sostenerlo en el puño.

Si pienso en Norman Mailer, Henry Miller, Ernest Hemingway, JL Borges, Franz Kafka, John Ford, Raymond Chandler, James Joyce, Pablo Picasso, Marcel Proust, George Orwell, Marlon Brando, vienen a mi mente imágenes en blanco y negro de sujetos que veían caer los grandes pilares éticos de su generación y que a cambio no encontraban nada, un enorme vacío disfrazado de libertad del individuo. Si pienso en la generación posterior, Lou Reed, David Bowie, JP Sastre, Albert Camus, RW Fassbinder, John Lennon, JL Godard, Bob Dylan, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, veo a los ideales fracasados del 68 y a los artistas apelando a la vida íntima de las personas como último recurso para el despertar de la conciencia crítica, ya sea pidiendo Amor o apelando a la responsabilidad que implicaba esa nueva libertad o bastardeando los valores de la nueva burguesía capitalista. Todo eso ya no existe. Durante los setenta el mundo volvió a transformarse y quizás nadie lo haya retratado tan bien como el mejor representante del nuevo artista, Steven Spielberg, en su película Jaws (Tiburón). Las sociedades anónimas parecen ser, claro, aquél tiburón invisible acechando bajo el mar, como las catástrofes cíclicas del capitalismo o el inhumano mundo del costo-beneficio que ha provocado todas las guerras sucias de este siglo, donde han sido asesinadas más personas que en cualquier momento de la pasajera historia del hombre.

El siglo XXI comennzó con la caída del WTC, que combinó la nueva lógica del terror acechante (la metáfora del tiburón) con la noción de espectáculo televisado, el drama del vivo (donde el tiempo se siente como potencial tragedia) y la caída del orden político y económico del siglo anterior. Nunca las cosas fueron tan claras y difusas al mismo tiempo. El orden racional, inhumano, objetivo, ultraliberal, matemático, pareció haber sido atacado en su centro por lo irracional, lo subjetivo, lo humano, y quizás el gran drama del presente siglo es conciliar ambas situaciones.

La última gran encarnación del siglo XX quizás sea el Jake La Motta de Robert de Niro en la obra maestra de Scorsese, Ragging Bull. Un sujeto grandioso atrapado por la corrupción del mundo, dando golpes al vacío, acabando su vida obeso y borracho, dando un patético espectáculo en un bar de mala muerte. Recordar esa película en estos momentos me estremece; las últimas palabras del personaje (luego de recitar el histórico diálogo de Brando en On the Waterfront) son this is show businness! mirando su imagen deformada en el espejo. La metáfora es tan intensa que me asusta. La historia como farsa.

De todos modos, el siglo veinte (sus ideas, sus fracasos, sus grandes hombres) aún flota en el viento.

JPS

viernes, 25 de junio de 2010

El otro Yo

Está claro que desde que comenzó el mundial la frecuencia de posteos de este blog se ha reducido considerablemente. El fútbol, la esperanza argentina, la brillante aparición de Ozil, se han apoderado de nuestros pensamientos. La música es un elemento secundario, necesario pero menor durante el mes que dura la competición. Pero, sin embargo, durante estas semanas en las que raramente pongo música en los diferentes reproductores, concentrado en lo que parece ser un gran mundial de Hamsik, mi mente establece su resistencia ante el abandono y hace surgir canciones desde sus profundidades, ese arcón virtual de recuerdos que almacena cada rostro que hemos visto y cada melodía que hemos escuchado. Caminando por la calle me he encontrado tarareando Just Like Honey, Do you remember the first time? o El Regreso de Mao sin previo aviso, al bajar del cordón de la vereda o avanzando en subte junto al bueno de EHEB, aún cuando hayan pasado meses desde la última vez que las escuché. Supongo que todas esas canciones ya son tan parte mía como mi brazo o mi obra social.

Los otros días hablaba con una de esas mujeres muy leídas de cuerpo femenino que aún existen, que me preguntaba sobre el Ulises de Joyce, libro que estaba a punto de leer. Le di una breve opinión. Ella me dijo que leyó una conferencia de Lacan sobre la novela en la que el tipo decía que todo el libro era producto de la personalidad neurótica compulsiva de Joyce y que sino lo escribía iba a terminar suicidándose, apoyándose en elementos biográficos del irlandés y en una análisis estúpido de la obra. En aquél momento sentí deseos de huir y quizás eso fue lo que debí hacer, pero como aún conservo esperanzas en la humanidad le expliqué que Lacan era un imbécil, que pasados 400 años todo arte es anónimo y que sólo queda la obra, incólume como un objeto independiente, ajena a los psicólogos y a los universitarios de turno.

Tiendo a relacionar las dos ideas. Olvidadas las revistas de rock, los análisis sociológicos, las escenas de determinada ciudad, la compulsión a ver localismos, sólo queda la belleza artística (ética y estética) y su capacidad para transmitir emociones y para acompañar al hombre en diferente situaciones, como ha escrito el arltiano de EM en el posteo anterior. Nuestra mente, mucho más sabia que nosotros, sabe clasificar aquello que debemos recordar de aquello que debemos olvidar, y por eso retiene las melodías de Jarvis Cocker y manda a su propia Papelera de Reciclaje las conferencias y los ensayos de aquellos que tienden a sobre estimar el Yo. Como diría Lennon, “el yo es un concepto a través del cual medimos el dolor”. (¿?).

Sin más, les dejo esta canción cuya frase inicial he estado cantando durante semanas y que escucho recién ahora. Gracias Pete por tanta magia. Y claro, nos vemos el 11 de julio.

JPS
And all the memories of the pubs and the clubs
and the drugs and the tubs
we shared together,
Will stay with me forever.
Oh won't you please forgive me
I no longer hear the music

viernes, 18 de junio de 2010

today is the day


Si usted sale de su trabajo y llueve, y fue un día de mierda; si levanta la vista pese al frío y la ciudad está vacía; si usted sólo quiere encender un cigarrillo, tomar el colectivo y esperar el fin de semana, que está ahí, a la vuelta, como también lo está el reinicio de la semana; si recorre un par de esas cuadras grises acordándose de algunas cosas que ya quisiera olvidar; si busca alguna canción que en medio de todo eso justifique el día, y hasta la existencia, algo lo suficientemente intenso como para enorgullecerlo estúpidamente, algo que cuadre de manera cabal y coherente con ese momento; y que sea distorsionado y, desde luego, melódico; entonces no puede dejar pasar esta más que accesible oferta.





EM.



miércoles, 9 de junio de 2010

Errol Dunkley – The Scorcher


Esto es lo que sucede con Internet: descubro un cantante negro llamado Errol Dunkley, que canta una canción llamada The Schorcher y pienso: si quiero, puedo escuchar todo lo que hizo Errol Dunkley en su vida, puedo saber donde nació, cómo se llama su hija, si está disponible y si le agrada desnudarse por chat.


Pero a mí sólo me interesó conocer dónde y cuándo y de qué forma llegó a hacer un disco tan bueno como The Early Years.


Tengo entendido que lo grabó a los trece años.


-catorce, ds.

-trece, catorce, chupame bien la pija.


Por ese entonces Errol Dunkley todavía cantaba como una niña. Pero como una niña negra, de esas que saltan la soga en el ghetto y viven lavando sábanas blancas. Y como toda niña negra, tenía la voz más celestial del universo. Tan llena de armonía, que cuando Errol Dunkley creció, y su voz cambió para siempre, perdió por completo su gracia. Seguramente hoy sea adicto al crack.


En el recuerdo queda una joya perdida y hermosa de la movida rocksteady, precursora del reggae en Jamaica.


Todo, por supuesto, pensado, grabado, mezclado y producido por los más grandes de Kingston: Prince Buster, Joe Gibbs y Clement "Coxsone" Dodd's.


-La pomada[i].




[i] scorcher

noun informal 1 a day or period of very hot weather. 2 Brit. a remarkable or powerful example of something.


Diario de un Enfermo


Hace algunos años escribí este posteo, durante una agria y prolongada enfermedad. Si lo subo a LSTM es porque he estado enfermo estos días y pienso que el que escribió esto ya es otro pero se sigue pareciendo a mí.

Lo peor de las enfermedades que implican reposo es que uno debe pasar mucho tiempo consigo mismo, sin la posibilidad de evasión que constituyen el cine y la música. Es que la cabeza ni siquiera puede soportar un estímulo audiovisual de ese tipo. Sólo silencio, y la pésima compañía de un tipo que no ha hecho nada por mí en los últimos 25 años.

Intenté leer algo pero el libro que estoy leyendo en la actualidad, Campos de Londres de Amis, me parece una reverenda basura y no hacia más que dejarme solo en el centro de mi habitación rezando porque alguien apague el puto velador. Por otro lado, me da culpa dejarlo; después de 400 páginas de literatura “moderna” sólo quiero terminar con el desastre y pasar a otra cosa con la frente en alto. Por supuesto que releí a Borges y por supuesto que releí una revista La Mano de octubre de 2004 que tenía por ahí, pero la soledad no se combate repasando por 24º vez una entrevista al imbécil de Dárgelos.

Mis amigos me llamaron un par de veces y no hicieron más que joderme ante esta novedad de mi enfermedad. Luego, la mayor parte de los mensajes que me mandaron traían novedades menores pero trascendentes como: New Sensations es el mejor tema de Lou Reed o preguntas estúpidas en la línea quién era el coprotagonista de Entre Copas, no Giamatti, el otro? La cultura pop nos va a separar.

Las chicas que me agarro o que quiero agarrarme mandaron sendos mensajitos, pero no los respondí. Bajo la montaña de frazadas, delirando con 38 grados de fiebre, tuve una revelación: me importan un carajo sus cursadas, sus trabajos prácticos, sus peleas con sus papás vía teléfono, sus salidas al centro con las gordas rencorosas de las amigas, todo. Es decir, voy a acabar con la situación pronto. Estoy bien solo. No hay nada que uno disco de The Clientele no pueda resolver.

Los únicos mensajes que me reconfortaron fueron los de mi mamá. Cada dos horas llegaba la pregunta religiosa estás bien, hijo? Me emocionaba. Quiero decir, me emocionaba en serio. No paraba de pensar incoherencias, y la imagen de mi mamá preocupada a 1800 kilómetros de distancia me pareció sublime, de un amor casi incomparable. Borges decía que uno da por sentado a las madres, como quien piensa en la Luna o en el Sol, algo increíble que está por ahí. Pero si uno realmente lo analiza, no hay nada más profundo que el amor de una madre a un hijo. Y yo tuve una epifanía sobre eso y lagrimeaba. Es patético.

Bajo ningún punto de vista hubiera ido al hospital. Odio a los doctores. Más odio a los doctores jóvenes. Son fanáticos de Pink Floyd desalmados con autos utilitarios, manejo de PC y dinero para comprarse discos originales de… Keane. La fucking nueva generación. Estamos perdidos. El elenco de Clave de Sol dispersado en el mundo, dando órdenes. No, no quiero lidiar con esta gente. Prefiero morir en la soledad de mi cuarto, con la dignidad de saber que ninguno de estos gorilas de ambo blanco me habló como una maestra de colegio público remarcando el Pablo… Porque al parecer este es el método de trato a los pacientes que las facultades en ruinas de este país les han enseñado: Pablo, te explico, la arteria… Y si la juegan de macanudos y me preguntan a qué me dedico saldrán con su respuesta de cartón: ah, hacés cine? Yo el otro día vi una película…

Tendría que llamarla, pero no tengo crédito en el celular. Me quedaba saldo para un mensaje y opté por preguntarle a Eugenio si el de Public Image no es el cantante de los Pistols.

Tuve un sueño erótico un tanto enfermo con una compañera de la facultad que pensé que nunca más iba a ver. Esto es muy extraño. Mientras estuve en la universidad apenas si crucé 30 palabras con ella, todas evadiendo por completo cualquier referencia personal, siempre sobre temas horribles como apuntes o profesores de mierda. Me gustaba, sí, pero tampoco me volvía loco, era sólo una chica más con la que me hubiera gustado acostarme. Luego, cuando me recibí, dejé de tratarla, y si no me equivoco hace ya 3 años que ni siquiera veo una foto de ella. Sin embargo, de golpe tengo un sueño en el que estamos los dos hablando toda la noche y terminamos teniendo sexo en el altillo de una casa de madera en la que nunca estuve. El recuerdo mínimo de esta chica estaba almacenado en algún lugar oscuro de mi cerebro y la fiebre lo elevó hasta la superficie misma de mi cabeza. Los mecanismos de nuestro cerebro me sorprenden, supongo que jamás olvida nada, que todo lo que vivimos queda en él, aún cuando nosotros olvidemos dónde dejamos las llaves. Es muy interesante el asunto. Esa chica es más importante de lo que pensé. Como también es importante el quiosquero de casa aunque ahora no pueda comprenderlo. Me puse a pensar en el cementerio que debe ser ese lugar oscuro, la cantidad de personas que deben estar ahí, fantasmas caminando lentamente, esperando ser elegidos para elevarse y darme el saludo final. En ese momento tuve una idea para una película que me pareció genial y que ahora me da risa: un personaje tiene la capacidad de viajar a ese lugar oscuro de si mismo y se reencuentra con gente de la que ni siquiera se acordaba. Tiene una segunda oportunidad con todos. Nota que los tipos terminan ahí porque él tiene una cuenta pendiente con cada uno de ellos. En fin… lo que sí creo es que cuando nos estemos por morir (esa vieja idea de la vida delante de tus ojos en un segundo) los rostros de las personas que alguna vez conocimos se nos van a aparecer como en un Aleph y van a hacernos sentir un poco menos solos.
También soñé con la secuencia de títulos de la próxima película, pero de hecho esta idea no es tan mala ya que la comenté con Eugenio y con Gastón y a los dos les pareció muy buena. Claro, son dos dementes fumadores de faso, pero respeto su opinión.

Luego me agarró una especie de repulsión terrible hacia el género humano. También esto me resulta muy raro. Todo humano me pareció por casi 4 horas un ser insignificante que no hace más que morir una y otra vez. Luego pensé que la vida era una cosa espantosa en la que debemos soportar que nuestros padres se mueran y que nuestros cuerpos se vuelvan bolsas decrépitas de carne. Me pareció que no tenía sentido esforzarse para hacer lo mismo que hacen todos: tener una casa grande, un auto, mandar los nenes a la escuela y morirse siendo un “gran tipo”, algo que todos podemos hacer ya que nunca tenemos siquiera la posibilidad real de hacer el mal. No sé, una sensación amarga profunda, muy profunda... Me sentí el tipo más feo y desproporcionado del mundo, pero luego pensé en los demás y todos me parecieron igual de feos, ignorantes y banales. Hubiera querido levantarme a buscar Memorias del Subsuelo de Fiador pero no tenía las fuerzas suficientes. La existencia humana me pareció una terrible barbaridad, y los patéticos esfuerzos de algunos imbéciles por pasar a la historia me parecieron aún más ridículos. En un momento terrible, quise librarme de esta sensación y no pude. Comencé a volverme loco e intente dormir pero esto también se me hizo difícil. Me sentí encerrado, era un conejo en la caja de cartón de alguien con más poder que yo. Estaba enfrascado en una vida trágica en la que yo vivía en el A y otro desconocido lo hacía en el B y al lado otro en el C y así hasta el fucking F. Un número, la sensación vívida de no ser nada. Me jacto de haberla sentido. La escuché mil veces de la boca de conocidos, la oí en canciones, la leí en poemas o libros, pero nada es tan grosso como sentir que hay un satélite en Júpiter y que yo no soy nada, nada de nada, que el espacio es infinito y el tiempo es infinito y que yo puedo vivir sólo 75 años, según últimas estadísticas. Luego dormí. Al levantarme las cosas estaban mejor. Y con el transcurso del día esa idea desapareció. Comencé a vivir la ficción de mi vida y como soy el protagonista estuve a gusto. Pero me siento más fuerte porque, repito, sentí lo que es ser nada. Y sobreviví.

Me mandó otro mensaje. No tengo crédito.

Dormí hasta cualquier hora y, sólo para escaparme de mi departamento, fui a otro, el de Gastón. Mi vida se ha vuelto un reality show a lo Gran Hermano, siento que ya no veo más que 10 personas en este mundo de millones de habitantes. Vimos una película de Peckinaph que duraba casi 2 horas y media, La Pandilla Salvaje, bastante irregular por cierto. Luego comencé a ver Scarface pero llegué a la mitad porque alguien mencionó la palabra mágica: Playstation. Fuimos a un nuevo departamento, cortesía de el Vasco, y jugamos una cantidad desmedida de fútbol binario. Diversión en estado puro, con solo dos controles y una pantalla. Elegí al equipo clásico de Holanda, con Gullit y Cruyff a la cabeza, e hice un papel más que decoroso. Me llegaron llamadas desde el trabajo que ignoré ya que, bueno, técnicamente estaba enfermo. De hecho, aún no me sentía del todo bien. A mi lado, Martín acusaba dolor de panza y revelaba que había cagado sangre. Insistimos para que vaya al hospital. Yo comía queso de cabra y miraba el partido México-Brasil que acababa de comenzar. La Copa América demuestra que lo bueno del fútbol es que nunca termina. Martín termina en el hospital y al parecer se va a quedar allí hasta el sábado. Comió algo en mal estado.

Me levanto al día siguiente con el cantar amargo de los pájaros de ciudad. Estoy oficialmente sano. Comienzo con la rutina de la gente sana. Trabajo como un hombre sano. Me alimento como un hombre sano.

La veo.

Descubrí que el actor en cuestión es Thomas Haden Church. Y Eugenio tenía razón: New Sensations es la prueba de que Lou puede hacer hasta música ochentosa y seguir siendo genial. I don't want pain, I want to walk not be carried. I don't want to give it up, I want to stay married. I ain't no dog tied to a parked car

Ella habla, bah, mueve la boca. Quiere mostrarme lo que se compró. Pienso en Martín. Está en la sala de un hospital, una sala muy chiquita, muy gris, enfermo, solo, puteando a todo y a todos. Describe cada línea del diálogo que mantuvo con la vendedora. Pobre Martín. Está enfermo. Es el tipo más afortunado del mundo.