lunes, 19 de diciembre de 2011

Las 10 canciones del 2011 III

Dos escenas de dos películas

El Rayo Verde de Eric Rohmer

Esta pequeña y monumental película de Rohmer está basada en el libro homónimo de Julio Verne. El rayo verde es un efecto óptico real que se produce cuando el sol se oculta sobre una superficie excepcionalmente llana; así, cuando los últimos rayos quedan muy refractados por la baja atmósfera, justo antes de su desaparición, el astro rey le ofrece al espectador una última exhalación verdosa. El mito, retomado por Verne en su novela, dice que aquellos que vean ese extraño fenómeno juntos vivirán enamorados para siempre. No es casual que Rohmer se haya interesado por este argumento, su cine es un cine impresionista, basado en el movimiento de las luces y las sombras en el plano, enfocado en la belleza y el terror de la superficie, capaz de capturar el misterio de lo fugaz. Los argumentos de sus películas son simples excusas para dedicarse a la observación de conductas y comportamientos contradictorios, humanos, misteriosos, sin ningún interés por entrometerse en la psiquis de las personas sino feliz en una contemplación que siempre es conmovedora. Hace poco hable con DS y coincidíamos en afirmar que Rohmer es uno de nuestros directores favoritos; sus películas han tenido un efecto perdurable en mi, su capacidad para encontrar la belleza en cada personaje, las adorables mujeres de sus películas, los momentos de soledad, los viajes en tren, el secreto de lo efímero captado con una capacidad admirable que transforma esa exhalación del tiempo en algo eterno. En El Rayo Verde hay una escena que reproduce de manera increíble esta sensación. Delphine, enojada y algo triste, comienza a caminar sin rumbo por una quinta cuya vegetación se va volviendo más y más tupida con cada paso. De golpe se detiene. Mira alrededor. Una brisa mueve los arbustos y sacude las copas de los arboles, es imposible saber si el rumor de la naturaleza acompaña o destruye el silencio, todo alrededor parece estar animado por una fuerza invisible. Delphine, en silencio, comienza a llorar, pero uno no sabe si lo hace porque piensa en lo que le viene sucediendo en el argumento o porque se ha conmovido ante el misterio que la rodea. El espectador se enfrenta a un doble enigma, el del llanto y el de la brisa que anima los arboles y, cuando él también se emociona, lo misterioso asume una nueva dimensión en su cabeza.

The Fly de David Cronenberg

Foucault hablo hace algunos anos de biopolitica o de como la estructura social del capitalismo se introduce en los cuerpos y va modificando el aspecto de las personas de un modo que generalmente es inconsciente. El fascismo de la belleza, humanidades fatigadas en gimnasios, obesidad mórbida, rostros operados, el cuerpo es una herramienta más para el ascenso o para la condena social. La ciencia no ha tenido pudor en experimentar sobre el cuerpo antes y después de la Segunda Guerra Mundial y hoy el concepto mismo de lo corporal está inscripto en una relación con lo social y lo político que es imposible de eludir. Cronenberg traza una fabula stevensoniana en esta película fenomenal que de a poco va revelando una brillante metáfora sobre la extraña línea que divide mente de cuerpo en estos tiempos post industriales dedicados a la fabricación de imágenes del hombre. La escena final es terror puro. Un monstruo horrendo y deforme sale arrastrándose de la cabina de transformación, una joven Geena Davis lo observa con repugnancia y miedo, el monstruo toma el rifle de la chica y se lo pone por sus propios medios en la sien, pidiéndolo a ella que dispare y acabe con su sufrimiento. En ese momento Cronenberg hace un primer plano inolvidable del monstruo y, bueno, uno puede ver allí los ojos de Jeff Goldblum de una manera que resulta emocionante y reveladora, uno detecta un alma que sobrepasa toda forma física y que se siente como un brillo intangible en los ojos del horror.

JPS

viernes, 16 de diciembre de 2011

Las 10 canciones del 2011 II


El descenso



Luego de la caída de las Torres Gemelas, el hecho real más irreal que me ha tocado vivir es el descenso de River Plate a la B Nacional. Creo que solo hace algunas semanas comencé a dar por sentado un hecho que durante meses sentí como un sueño o una larga broma que todos los hinchas de Boca nos empeñamos en sostener. Los profetas de la postmodernidad hablan de la caída de los grandes relatos y River entra de manera perfecta en sus teorías esotéricas.

Con RIver se fue al descenso una manera de vivir el futbol en nuestro país, el fanatismo desmedido y estúpido que parece ser la vía de escape de otras frustraciones, de otras negligencias, de la corrupción dirigencial y la falta de moral de un argentino que siempre parece ser el cómplice perfecto. Así como Cromagnon fue el punto cero de una manera de vivir el rock que reflejaba en un espejo deforme lo que pasaba en el país, el descenso de River fue un final cantado del que, viendo lo que sigue pasando en otros clubes, nadie ha sacado ninguna lección.

Descender era visto, en eses meses previos que eran la crónica de una muerte anunciada, como una tragedia, un horror indescriptible, en una percepcion algo desaforada de un simple resultado deportivo. Esa sobre estimacion del descenso fue condenatoria. El miedo al fracaso consumió al hincha y a los jugadores, algunos de ellos muy jóvenes, e hizo caer la estructura gigante de un club centenario en una espiral decadente e inevitable. Al prinicpio fue incredulidad (River no puede descender), luego fue una amenaza concreta y al final fue el terror puro, y el pitazo final de Pezzota marco un orgasmo invertido que no expulso vida muerta sino que hizo realidad la muerte, la larga caída por el pozo negro que había generado el club alrededor de sí mismo como un suicida inconsciente.

El gran Sigmund Freud diferencia el miedo real del miedo neurótico: existe miedo neurótico cuando la intensidad del ataque de miedo no tiene ninguna relación con el peligro. El miedo neurótico se apodero de los jugadores, del periodismo, de los hinchas, y por momentos no había lenguaje oral o escrito sino puro gesto, pura pulsión desatada ante la escenificación misma del desastre, la puesta en escena perfecta de una obra que terminaría en tragedia y que sería disfrutada con cierto placer morboso por los amantes del futbol. Aquel partido final fue una larga pesadilla en la que los jugadores de Belgrano jugaron contra once rivales y los jugadores de River lo hicieron contra sus miedos y los miedos de millones de personas. Fue un partido lleno de fantasmas. El llanto de algunos hinchas fue conmovedor.

Como hincha de Boca cabe decir que el descenso del eterno rival fue un placer pero admito que espero su pronto regreso. Se extrana el súper clásico, un partido mágico y misterioso que hace historia en cada jugada. Quien se acordaría del paraguayo Rojas, de Hugo Romeo Guerra, de Juan Krupoviesa, del brasilero Iarley, entre otros héroes olvidados, sino fuera por las proezas que han hecho en viejos partidos entre Boca y River? Lo que sucede dentro de la cancha es siempre hermoso, aun las patadas y los pelotazos, hay una nobleza en el deporte que no tienen otras actividades sociales.

Algunos hinchas parecen no resignarse al papel secundario que les toca y buscan tener más protagonismo que los jugadores. Cuando alguien habla de una hinchada que alienta mucho o que va a todos lados, no puedo dejar de pensar que es una gigantesca estupidez que alguien viaje todos los domingos a lugares lejanos como Mendoza o San Juan solo para ver a su club, mucho menos en estos momentos, en los que los partidos pueden verse en vivo y en directo. Aquellos hinchas de River que ingresaron al partido a pedir huevos rompieron la barrera de la ficción, cortaron el alambrado e ingresaron a la escena en el medio de la película, como si gritar o alentar no fuera suficiente desde la tribuna, como si la aproximacion con el actor tuviera que ser obscena. Esta posicion ante lo representado es un ejemplo mas de toda una conducta sociologica que va llevandonos a todos al terreno de la obscenidad. En el fondo, esos dos encapuchados estaban pidiendo a gritos una atención que alguien con más poder que Chice Arano no le está dando.

JPS

martes, 13 de diciembre de 2011

Las 10 canciones del 2011 I

Dios, La Patria y El (entre Maquiavelo y Freud)

No me gusta el gobierno kirchnerista por razones que podría explicar pero que superan el ámbito de este blog y, por otro lado, tampoco quiero ensuciar este espacio dedicado a la belleza con siniestros ministros, secretarios y funcionarios que jamás perderán el tiempo en escuchar el disco solista de Brian Eno, Here Comes The Warm Jets. Lo lamento por ellos.

Lo que me interesa es analizar la insólita frase que la presidente pronuncio al momento de asumir su segundo mandato. Dios, La Patria y El, en ese orden, son los pilares del nuevo gobierno, los estamentos sobre los que se basara la lógica política del llamado cristinismo, un movimiento hecho de una conveniente ausencia. Todavía no logro descifrar si debo leer a Maquiavelo o a Freud para interpretar los dichos y las acciones de nuestra presidente. Quizás tenga que tener ambos autores a mano.

Es llamativa la omision del nombre al mencionar al difunto. El nombe del terrible e inexplicable Dios de los judios es representado por el Tetragrammaton (YHWH), en espanol Yahve. Esta formula inasible es una combinacion hebrea de las formas de pasado, presente y futuro de la raiz del verbo ser, para indicar la eternidad de la existencia divina. Promediando el siglo III AC los sacerdotes judios sintieron que era inapropiado pronunciar el nombre de Dios y esta formula desaparecio de los documentos y los escritos. Cuando Josefo, historiador judio perteneciente a una familia sacerdotal, relata la revelacion de Dios a Moises en el lugar de la zarza ardiente, dice:

“Dios entonces le dijo su santo nombre, que nunca había sido comunicado a ningún hombre; por lo tanto no sería leal por mi parte que dijera nada más al respecto”.

(Antigüedades Judías, libro II, cap. XII, sec. 4.)

En su cuento La muerte y la brújula, Borges enlaza un relato policial con el estudio del desconocido nombre de Dios, que provoca terror y respeto en las sectas.

Lönnrot se abstuvo de sonreír. Bruscamente bibliófilo o hebraísta, ordenó que le hicieran un paquete con los libros del muerto y los llevó a su departamento. Indiferente a la investigación policial, se dedicó a estudiarlos. Un libro en octavo mayor le reveló las enseñanzas de Israel Baal Shem Tobh, fundador de la secta de los Piadosos; otro, las virtudes y terrores del Tetragrámaton, que es el inefable Nombre de Dios; otro, la tesis de que Dios tiene un nombre secreto, en el cual está compendiado (como en la esfera de cristal que los persas atribuyen a Alejandro de Macedonia), su noveno atributo, la eternidad, es decir, el conocimiento inmediato de todas las cosas que serán, que son y que han sido en el universo. La tradición enumera noventa y nueve nombres de Dios; los hebraístas atribuyen ese imperfecto número al mágico temor de las cifras pares; los Hasidim razonan que ese hiato señala un centésimo nombre. El Nombre Absoluto.

Si analizamos la omisión del nombre de Néstor Kirchner por parte de su viuda, podemos pensar de manera simplista que la presidente la utiliza con fines políticos, para fortalecer el mito que su gobierno se dispuso a construir desde el fallecimiento de Kirchner. Pero el mito también es celebrado y alentado por grupos de jóvenes enfervorizados que juzgan que están inmersos en un relato épico que los pone a ellos como militantes llenos de amor luchando contra oscuros empresarios relacionados con la dictadura militar y el neoliberalismo. Para ellos, el líder necesario es Kirchner, y también fueron deformando su nombre como si el simple Néstor no pudiera abarcar todo lo que el hombre simboliza, como si luego de muerto comenzara a transformarse en un superhombre, el Nestornauta, el Pingüino, el último héroe de acción peronista. El proceso en Cristina es similar: Néstor ya no es un hombre, ahora es una fuerza superadora, un semi dios pagano que dio la vida por el pueblo, un ente que está por encima de los canticos, las banderas y la militancia de los jóvenes. Ahora es El, y nos mira a todos desde el cielo.

Todo en Cristina es ausencia. Ausencia de marido, ausencia de color, ausencia de sostén político, todo se construye sobre lo que no está. El relato épico del kirchnerismo trabajaba desde lo público pero se instalo también en lo privado, y ha hecho del gobierno un melodrama nacional y popular, con llantos de la presidente, morbosos planos de la hija y el hijo emocionados, llantos de señoras en la calle, videoclips emotivos con imágenes de Néstor sonriendo como un Papa Noel justicialista, etc. Ya no es un gobierno, es la shakespereana historia de una familia. Desde que Cristina se viste de negro parece invencible porque ese negro remite a quien no está, a Él, que ya no es un hombre sino un ser superior y ¿cómo vencer a una fuerza de esa naturaleza? Cristina lo sabe y lo utiliza a su favor, antes de su muerte su imagen era negativa, luego subió de manera arrasadora y termino ganando por el 54%. Lo dijo Duran Barba: nadie le gana a una viuda.

Lo he escrito muchas veces en este blog, los límites entre la ficción y la realidad se han diluido, todo es un relato que ya no es juzgado por verdadero o falso, por bello o feo, sino por su grado de popularidad. Algo en los argentinos, su amor por el caudillo, su legendario padre europeo ausente, su destierro entre bolivianos y peruanos, su mala conciencia y su miedo al fracaso, algo ha hecho que dejemos de votar personas y lo votemos a Él.

JPS


martes, 6 de diciembre de 2011

The Rolling Stones en los setenta: la decadencia


El decadentismo es la estética del cuerpo, de la vida y de la muerte, de la locura y el sexo, del desenfreno y el thanatos mezclándose con el eros. No hay nada mas sospechoso que la razón, dijo alguna vez un poeta, y Thomas Mann mando a Hans Castorp a la guerra para que se entregue por fin a la muerte de Europa como si se tratara de una celebración. Cantarle a la decadencia es entregar el cuerpo al placer de manera religiosa, como si se tratara de un sacrificio que busca escapar de la prisión del cerebro.

El barroquismo sexual de Bowie, Plant, Hendrix, Jagger o Morrison habla de una historia que se acelera y que liquida generaciones en dos o tres anos. Las hogueras de Paris y el napalm de Vietnam todavía se estaban apagando cuando los grandes iconos que los sesenta y su revolución adolescente habían fabricado comenzaban a sufrir en carne viva una transformación que se resistía a la adultez burguesa de la panza y el pulóver al cuello que, claro, ganaría mas tarde (un suspiro más tarde) la más dolorosa de las batallas. Quizás Brian Jones aun flote en esa piscina.

Luego llegaría la operación siniestra: Jagger mata al joven bello y angelical que era y se vuelve el empresario que lucra con aquella imagen. El infierno no eran los otros, se escondía en algún lugar del espejo.

Acumulé una cultura impresionante. Que no me vengan a decir a mí que Brian Jones murió de irresponsabilidad o flojera; ni siquiera de amor en vano. Las cosas no se dan así como así. Murió de desencanto. Él fue el que los unió a todos, el primero que leyó música, el que les enseñó, el más fotogénico, el que se le medía a todos los instrumentos raros: cítara, arpa, marimbas, toda clase de cuerdas y de cobres, mellotron, violoncello, mientras la lacra de Keith Richard no se concentraba sino en el "chacachaca". Quería cantar él, monito bello. El que no lo dejó fue Jagger, que siempre fue un exhibicionista. Luego vino la imposibilidad de escribir para que un usurpador cantara, y el trabajo fuerte, tanto concierto que es lo que más moneda da, tener en cuenta que Jagger hizo dos años de economía, y el peor golpe: una noche Keith Richard se encargó de Anita Pallenberg, la pelada de Brian, a la que más quiso, usted la ve, de mirada como burletas, dientes grandes, yo no sé qué le vio de bueno Richard con su diente cariado, hay mujeres que son muy brutas. Al otro día fueron ambos a la casa de Brian, a anunciarle que Anita se le pisaba. No lo encontraron. Lo buscaron por Londres, luego por todo Londres. Lo vinieron a encontrar en un bosque de las afueras, dándole a la flauta. Anita le dijo: "Brian, era para decirte que me paso a vivir con Keith" y Keith le clavó a él la mirada. Brian se levantó, sonrió, no dijo nada, los abrazó flojito, con ese modo de ser de él, y no tocó más la flauta. Acababa de idear Ruby Tuesday, que no le acreditaron porque él no quiso romper la imagen Jagger-Richard. Se dedicó a la fiesta con tremendo éxito, teniendo al lado siempre alguien que velara por él, pero me imagino que ya se estaba debilitando por dentro de pensar en lo infortunado que era. Keith Richard había sido su mejor amigo: arrendaron juntos un apartamento recién se reunían para tocar y se la pasaban haciendo mil cagadas: casi electrocutan poniéndole enchufes de amplificador en cada oído a un gordo medio cacorrón que vino a buscar a Brian desde su mismo pueblo, porque Brian no era de Londres y dicen que lo acomplejaba, supersensible que era, sentirse medio provinciano, qué sentirían luego cuando eran la mejor banda de Londres, la mejor banda del mundo, y él encargándose de que nadie incumpliera los ensayos, dándole pinta al grupo, vistiendo a la última moda, elegido dos veces seguidas "Artista Pop Mejor Vestido". Todo esto mucho antes de que fuera Jagger a decirle que habían decidido hacer una nueva gira por USA, y dicen que él se espantó y se negó de una. No estaba para esas, qué creen, no le gustaba como a ellos USA, eso de no poder ni oír la música por el alboroto de unas culicagadas histéricas. Alegó lo más claro de todo: debilidad, pero no estaba débil, tocaba más que nunca. Richard se encontraba también en esa entrevista. No sé, a lo mejor, seguro. En todo caso es falso lo que dice que había grabaciones en las que Brian se quedaba tirado en el suelo mientras él tenía que hacer las dos guitarras. Hombre, es una cosa que se nota, cuando un miembro dobla a otro, hay como un raspón y un vacío, así es, un raspón pesado y seguido. Jagger le dijo: "¿Entonces qué, podemos tenerlo como una propuesta de que te retiras del grupo?", y él, que ya casi no conversaba, y que había llegado a intimidarse ante Jagger, contestó: "Sí, me retiro", y luego irónico: "Busquen un reemplazo". Antes de irse, Richard se portó cortés: "Te llamo dentro de una semana para ver qué has decidido, okey?", "Okey", dijo Brian, y se sentó a pensar. Sabía que encontrarían un reemplazo. Esperaba que, de encontrarlo, no les sirviera y lo tuvieran que llamar a él, y él así recuperaría algo de su antiguo control sobre el grupo. Porque Jagger había perdido confianza en su genio. Y él, sabiéndolo, fue incapaz de plantear otra relación que la súplica y la humillación. Eso era que llegaba a los ensayos, caminaba hasta donde Jagger y sin mirarlo a la cara, todo tembloroso, le preguntaba: "¿Qué debo tocar, Mick?", y el otro: "Eres un mienbro de esta banda, Brian, toca lo que se te dé la gana". Entonces Brian tocaba algo en su guitarra, y Jagger lo interrumpía: "No, Brian, eso no está bien". "Entonces, qué debo tocar, Mick?" "lo que se te dé la gana". El Brian intentaba de nuevo, pero volvían y lo paraban: "No, eso tampoco está bueno, Brian". Así que el pobre terminaba todo borracho en un rincón, golpeando el suelo fuera de ritmo y ensangrentándose la lengua sobre una armónica, de la imposibilidad de cambiar la situación. No llegó a imaginarse ninguna de las maquinaciones de Jagger, que desde hace una semana se venía de habladitas con el sardino este, Mick Taylor, que entonces tocaba para John Mayall: citicas en centros no muy in y conversaciones largas y escribir cositas en las servilletas, flechas, signos para los golpes, y siempre quedar de estarse llamando, de estar en contacto, me cago en ellos. Cómo se quedaría Brian al leer la noticia él, que fue el primero en irle diciendo a todo el mundo que el taylorcito tenía talento. "Hace tu mismo chaca-chaca", le dijo a Keith, y luego lo golpió en el brazo, duro. Así bromeaba. Leyó la noticia y a los cinco días lo encontraron muerto, eso es lo cierto. Allí vaya uno a saber. Yo he resuelto que lo mataron, pero ¿quién? Habría tocado estar en el mundillo. Que hubo fiesta, que hubo despelote, que Brian se fue alejando de los invitados, y allí lo tiene: muerto en la piscina con la cara inflada y rosada, tal como si hubiera pronunciado la nota que nunca cantó. Cantaron y tocaron pésimo al otro día, ellos. La ida de Brian les endureció la música, sé que lo que buscan es endurecerla más, porque Taylor es cejicerrado, pelirrojo, más geniado y silencioso, y el Jagger desfigura cada vez más su canto y el Charlie Watts se come más las uñas y el langaruto de Bill Wayman ya ni repasa las cuerdas: es un solo bloque de impulso lo que saca de su bajo. Cómo sería la bullaranga a donde a la guitarra de Richard, cada vez más incisiva, no la hubieran suavizado vientos: Bobby Keys y Jim Price en saxo y trompetas, allí los tiene, banda de ocho, el espiritual Nicky Hopkins en el piano. Verano del 72; el del achicarre.

Andrés Caicedo - ¡Que viva la música!

Lista de Temas:

1. Rocks Off

2. Moonlight Mile

3. She's so cold

4. Dead Flowers

5. Fool to Cry

6. Angie

7. Dance little sister

8. Sweet Virginia

9. Beast Of Burden

10. We Had It All

11. Wild Horses

12. Shattered

13. Shine a Light

14. Can You Hear Me Knocking

Bajar