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sábado, 25 de febrero de 2012

The Golden Age


Se pone en marcha la maquinaria, la primera canción avanza como tomando forma a medida que se la escucha, abriéndose paso en el medio de la noche, en una autopista desierta, iluminada apenas por luces lejanas, put your hands on the weel, let the golden age begin, el viento del viaje, la sensación de tránsito permanente, el circuito que se extiende indefinidamente. “Sea change”, de Beck, es un disco que puede resultar desgarrador al primer acercamiento, pero en el mejor sentido: tiene esa carga de melancolía que permite apreciar el atisbo de optimismo que siempre resiste en el fondo de la tristeza.

La delicadeza de la producción, su atmósfera de rumor permanente, la nitidez en el sonido de las cuerdas de la guitarra acústica, una base de batería casi reducida apenas al sonido de un redoblante modesto, los coros reposados, “The Golden Age” propone un viaje que acaba de comenzar pero que no cambiará su estado de ánimo en todo el recorrido. Un viaje sentimental, una incursión interior hecha disco.

Que el álbum tiene un estilo Nick Drake que lo atraviesa en su totalidad (los momentos más Nick Drake del disco son “Round the bend” y “Side of the road”) es una referencia obvia dada la conocida admiración de Beck por ese otro cantautor melancólico y trágico. Sin embargo, el artista mantiene su sello personal, logra que esa influencia gigantesca, elemental, palpable -como la de Borges sobre los escritores argentinos posteriores a su generación-, no termine por absorber la esencia de la mayoría de sus canciones, escritas al parecer con el propósito de exorcizar algunos demonios o, lo que sería su reverso -y mucho más saludable, de hecho-, aprender a convivir con ellos.

A diferencia de otros discos, en esta oportunidad Beck parece haber priorizado las melodías, que se sobreponen a cualquier otro de los elementos de su complejo arte pop, como si este conjunto de canciones fuera una excepción, un momento único, un estilo nuevo que el especialista en construir canciones de entre “montañas de basura” se vio obligado a practicar.

En todos los temas resaltan melodías apenas variables cantadas con dolor, con desapego, con desamor, a veces casi a los gritos y otras al borde del susurro, de manera aguda o grave, casi siempre acompañadas por un piano acústico, otras por cuerdas, y en la mayoría de los casos por una bruma que recubre todo y protege al disco de la erosión del tiempo y de toda esa música que inevitablemente se pierde en el camino.

Hay momentos dramáticos, por supuesto, aunque acaso los más logrados sean los reflexivos, esos que permiten ver una luz tenue que, lejana, acaso minúscula, se interpone en la penumbra del camino. Digamos que Beck atraviesa todas las etapas de un estado de ánimo adverso: la autoconmiseración (“Lonesome Tears”), la perplejidad (“Guess I'm doing fine”), el pesimismo (“Lost cause”) y la indiferencia ante el mundo después de un revés sentimental (“Paper Tiger”).

Este último tema -el segundo del disco- acaso merezca especial atención dada su calibrada producción sonora, con un orquestación de cuerdas manejando la evolución del drama, subiendo y bajando la intensidad a medida que la desganada voz cantante asegura que no more ashes to ashes, no more cinders from the sky, all the laws of Creation, tell a dead man how to die. (Una digresión: a simple vista la canción no pareciera encajar en el contexto del disco, más cerca de un digno desastre anímico que de un intento estético por orquestar la amargura, aunque con el tiempo va abriéndose paso entre la sobriedad con muestras sutiles pero adictivas).

En fin, quizás sea tarde para decirlo, pero “Sea change” es el disco ideal para atravesar el verano en una gran ciudad. Aunque el nuestro esté terminando.



EM.

miércoles, 25 de enero de 2012

Las 10 canciones del 2011 IX


Poema escrito por Beck a proposito de Pay No Mind (Snoozer)

Esta canción es una canción escrita en los 90

De vuelta en los 90

En los días del 91

Es una canción de protesta

Escrita en el momento en que no había mucho para protestar

Pero, ya saben, estaban pasando algunas cosas

Manifestaciones y cosas

Y tenias que tener un cantante de protesta cerca para legitimar todo

Pero eso es que fue escrita en Re

Que es un gran tono para protestar

La canción de protesta es un negocio peligroso

Tengo 17 moretones en la cara

Parece que los cantantes de protesta pagan el mayor precio de todos

No hay nariz como la nariz del cantante de protesta

viernes, 29 de abril de 2011

Montañas de Basura



Beck es un hombre de genio. Parte de su música parece haber sido hecha con la chatarra que, por toneladas y toneladas, genera la sociedad americana. En algún momento conoció el amor y, claro, su corazón se rompió. Su desdicha fue nuestra felicidad: su viaje sentimental nos ha dejado piezas de una tristeza irreparable. Hay una enorme distancia entre aquel cínico white trash de Loser y el adulto desesperanzado y lucido de Sea Changes. Esa distancia es el tiempo, ese ente congelado sobre el que nos deslizamos. El tiempo no ha sucedido, Beck es quien lo ha hecho, y su movimiento ha sido reflejado en canciones no exentas de una sutil perfección post moderna.

Para entender a Beck hay que pensar en la cultura de LA, su hip hop, su música mexicana, su pasión secreta por el rock, su superficialidad metafísica. En los bordes de esa cultura se crio el señor Hansen. Más cínico que Cobain, menos sentimental que Malkmus, Beck plantea un gran collage sobre la decadencia americana desde los ojos de un nerd que quedo afuera del equipo de futbol americano. Así lo conocimos, con su hit Loser, y probablemente así lo recordaremos, ya que las primeras impresiones son las que perduran.

Los primeros intentos musicales de Beck son experimentales y excluyen la idea de un oyente. Sus discos, grabados originalmente en cassette, son un cumulo de canciones deformes sin mayor estructura, un acto adolescente de agresión al buen gusto. Los trabajos incluyen extensos diálogos de películas, entrevistas, ruidos incidentales y voces saturadas hasta lo inteligible. En esta primer etapa podemos incluir su primer trabajo, Golden Feellings, su colaboración con Calvin Johnson One Foot in the Grave, los discos Stereopathetic Soulmanure, A Western Harvest Field By Moonlight y Mellow Gold (que incluye Loser y esa forma del olvido que es la fama). He seleccionado algunas canciones preciosas que sirven como muestra del imaginario de Beck durante aquellos primeros noventas: Sleeping Bag y Pay No Mind (Snoozer).

Beck se consagra y crea un estilo con Odelay. El músico hizo del collage una forma artística que parece sintonizar a la perfección con su época. Con robos declarados a Them, algo de folk y de hip hop, ritmos bossa nova y música electrónica, Beck mezcla todo en su coctelera nerd y homenajea y parodia la música contemporánea. Su sentido del humor se vuelve exquisito. En Mutations y Midnite Vultures continua esta línea y se vuelve una estrella de la música.

Pero incluso a las estrellas de rock les rompen el corazón. El secreto admirador de Nick Drake que es Beck se revela con toda su intensidad en el excelente Sea Changes. Visto en su momento por algunos críticos como un gesto y no tanto como una manifestación del corazón, el disco ha crecido con el tiempo y sigue siendo una hermosa oda a la tristeza, a la conmiseración y a ese estado desgarrador del alma en el que la otra mitad desaparece y el vacio acecha. De esta obra maestra solo he seleccionado Sunday Sun, quizás porque vale la pena escucharlo en su contexto y no tanto fuera de este.

Luego de la transición que supuso Sea Changes, a Beck le llega la madurez, estado temido por la mayoría de los artistas. Sus discos son Güero, The Information y Modern Guilt, todos sin dudas valiosos aunque algo irregulares y llenos de digresiones. Beck se pone más oscuro, como si hubiera perdido la inocencia.

Este compilado excluye los grandes hits de su carrera y se centra en su obra menos conocida para el gran público (si es que tal cosa existe). Incluye además una colaboración con Charlotte Gainsbourg (Heaven Can Wait) y las canciones que realizo para las bandas de sonido de A Less Ordinary Life y Eternal Sunshine of a Spotless Mind: Deadwaight y Everybody’s Gotta Learn Sometimes.

Beck es además un gran gestor de covers. Leonard Cohen, Nick Drake. The Velvet Undergorund, todos han pasado por la áspera voz del músico, y pueden escucharse en la red.

El compilado tiene el humor de una resaca después de una noche en la que uno, burgués de comodidades banales, se transformo en un maldito de la literatura sin haber escrito jamás un libro. Las mujeres pueden parecernos, en estos extraños momentos, soldados de un ejército secreto, invencible, inconsciente de su invulnerabilidad y por eso mismo muy poderoso. Nada mejor, luego de epifanías como esas, que escuchar Deadweight.

BAJAR

JPS

Lista de temas:

1. loser (mellow gold)

2. think im in love (the information)

3. lord only knows (odelay)

4. nobodys fault but my own (mutations)

5. sunday sun (sea changes)

6. pay no mind (snoozer) (mellow gold)

7. sleeping bag (one foot in the grave)

8. sissyneck (odelay)

9. go it alone (guero)

10. deadweight (soundtrack)

11. beatiful way (midnite vultures)

12. everys gotta learn wometimes (soundtrack)

13. tropicalia (mutations)

14. heaven can wait (con charlotte gainsbourg)