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viernes, 21 de noviembre de 2008

La muerte no es el fin



Hace poco fui a ver un recital de Spiritualized, cuya entrada costaba más de lo que hubiese pagado por: una cena, una mujer, un libro, una remera, una habitación de hotel. Claro que el dinero no fue el problema, la expectativa generada por el monto pagado, sí. Cuando uno entra gratis a un lugar, no espera salir muy gratificado de allí. Cuando uno paga más de cien pesos, no sé por qué, pero por alguna razón espera con la entrada ligar un pete de dos asiáticas o algo que por lo visto no sucederá.

Spiritualized fue un bodrio. No hubo ni un momento que me llegase a emocionar, sobre todo porque me fui al cuarto tema. Y eso que a mi siempre me gustaron. Pero estando allí, y viendo al cantante con unos lentes super cool cantando canciones religiosas en plan indie sónico me resultó una pavada. No le pude creer ni una palabra. Si yo fuese Jesús, el mismísimo hijo del Señor, le prohibiría cantar sobre mi. “Ey, ya buscate un nuevo mesías, me estás haciendo quedar mal”. A veces me parece que lo peor de todo siempre son los seguidores: digo, los seguidores de Jesús y los seguidores de Spiritualized, que al final del recital concluyeron en que había sido lo mejor de la noche.

El problema de hacer canciones religiosas es que es difícil resultar verosímil. Sólo alguien que la ha pasado realmente mal, alguien a quien todo el mundo admira, alguien que es modelo de millones ha podido hacer una buena canción religiosa. No, no me refiero a Cristo, me refiero a Dylan. Y aquí sus seguidores cantan esa hermosa y reconfortante canción en honor a Bob.

Esto es Nick Cave & The Bad Seeds: The Death is Not the End.