Durante siglos, los hombres han tratado de descifrar el enigma de la diversidad de razas. Indagar en por qué unos eran negros, otros blancos, otros amarillos resultaba esencial -sobre todo- para diferenciarse del resto.
Los indios americanos, por ejemplo, propusieron una mitología basada en un horno de cocción en el que Dios ideó al humano. Primero tuvo dos intentos fallidos: uno le salió muy quemado y quedó negro; el otro lo sacó antes de tiempo y quedó blanco. Finalmente, el hombre perfecto es el de piel roja, el punto exacto de cocción.
La raza blanca no fue menos fantástica. Concibieron un universo compuesto por “mundos de luz” y “mundos de oscuridad”; no hace falta decir quiénes estaban de qué lado, y cuáles fueron las consecuencias para el lado oscuro.
La distinción de razas siempre puso al hombre en su propio centro del universo, dividiendo y menospreciando al diferente. En todos los casos, las suposiciones religiosas sobre la diferencia racial han desatado guerras, matanzas y dominaciones.
La ciencia terminó dando la respuesta más lógica: el factor de pigmentación se explica según el clima y las condiciones ambientales. Los turcos, por ejemplo, deben su abundante bello facial a las constantes tormentas de arena que han debido afrontar durante generaciones. Los negros al eterno y fuerte sol, que ha tostado su piel. Lo mismo con los chinos, cuya alimentación a base de bichos, pescados y plantas les ha dado un color diferente al occidental, que se alimenta de carne.
Pero el siglo XXI aún no ha dado respuesta sobre My Nigger. Nacido en el Sur argentino, de padres occidentales, My Nigger lleva los genes de un afroamericano nato: el ritmo en su sangre, la debilidad por la carne, su espíritu laborioso y el amor por la libertad. Sus gustos, sin embargo, son los de un típico burgués de clase alta: disfruta del humor irónico de Fraiser, bebe vino sólo si su cosecha es anterior a su fecha de nacimiento, y escucha cantautores de alma aria. Un caso tan ilógico como sorprendente.
Cuando llegó el momento de permitir un nuevo colaborador en este espacio, las voces de la integración gritaron al unísono: My Nigger! Porque en Los Sentimientitos no hacemos distinción de razas, dividimos al mundo entre los que escuchan Montaner y los que escuchan Mountain Goats. A los del primer grupo los perseguiremos, los torturaremos, los quemaremos en las plazas. Porque ese es el mandato de la ciencia y la voluntad de Dios.
En fin, My Nigger, bienvenido a este espacio. Sepa usted que yo soy el jefe supremo, por lo que no olvide jamás su condición de negro.
Atte,
ds.
4 comentarios:
ya era hora de integrar a MN.
jajaja muy bueno. La mejor presentación desde la que Ed Sullivan le hizo a The Beatles en su show.
Por fin un poco de literatura afroamericana.
EM.
Ds, Me sorprende como lograste capturar la escencia ( o en este caso en particular el `Mojo`) de My Nigger en el dibujo. Son dos gotas de petroleo.
el hombre en bata.
Publicar un comentario