El Negocio De La Nostalgia
Nuestros abuelos están muriendo y con ellos la última generación no consumista de la historia del hombre. De aquí adelante estaremos rodeados por seres extraños que se definirán no por lo que hacen sino por lo que aparentan: la cultura que consumen, la vestimenta que consumen, la tecnología que consumen, todo exhibido al otro a través de las redes sociales. Aquel vanidoso existencialismo sartreano es llevado hoy al ámbito de la pesadilla. No sos lo que haces sino lo que decís que haces.
En Argentina la diferencia entre la clase baja y la clase media no es tanto económica sino cultural, y muchas veces el único recurso de esta clase media para constituirse como tal y diferenciarse del resto es mediante el consumo de bienes culturales. No es extraño escuchar a una persona que lee a Sidney Sheldon criticar a los negros que escuchan a los Wachiturros, y quizás en esa distancia (mas simbólica que real) radique la diferencia. El consumo de bienes culturales tiene un valor de construcción de identidad y es una forma de constituir un yo social en un país que no distingue entre el salario de un trabajador calificado y de otro no calificado.
Quizás por eso mismo encontremos que ese consumo cultural burgués es limitado, atado a un entretenimiento pasatista que no pone en debate la realidad sino que celebra un yo que esta época se empeña en diluir. Ante el presente incomprensible, el pasado es un refugio, un lugar falso e idealizado en el que predominaba el respeto y los valores morales. Por otro lado, alguna vez escribí al respecto de la mediocre película Adventureland que el cine de Hollywood se empeña en retratar a la juventud desde la nostalgia: un adulto recuerda viejas épocas que acabaron porque ya se ha integrado al sistema y ahora trabaja y consume. Esta nostalgia implica, por lo tanto, un mensaje nefasto de pasividad y conformismo, una forma de la resignación. Como dijo alguna vez Churchill: es lógico ser de izquierda durante la juventud, pero es más lógico volverse de derecha al ser adulto. La sociedad lleva esta frase al extremo.
Desde que la nostalgia se ha vuelto un negocio rentable es común que los empresarios decidan re estrenar viejas películas o traer dinosaurios rockeros que son espectáculos de circo y que no representan más que un mastodóntico recordatorio del fin del rock como elemento de cuestionamiento social. ¿De verdad alguien quiere pagar 200 dólares por escuchar Confortably Numb y que el solo lo haga un pendejo de 30 anos que no había nacido cuando Pink Floyd ya se había separado? Waters lleva más gente acá que en el Reino Unido. Sin dudas, su insólito éxito (y los 20 Luna Park de Arjona y los 30 de Sabina-Serrat) hablan de una clase media que necesita definirse mediante aquello que consume, que necesita participar de eventos que estiren la magra brecha entre su salario y el salario de un otro que aborrece, que escucha a Damas Gratis y que solo gana 50 dólares menos.
Tambien prosigue en esta línea de negocio-nostalgia el re estreno de Volver al Futuro. Una reinterpretacion de Esquilo o de Corneille, un re estreno de Sonrisas de una noche de Verano, todo seria celebrado por quien escribe esto. No estoy en contra del pasado, por el contrario, estoy en contra de su clausura. Nicolas Prividera lo explica con detalle: Volver al futuro es una fábula conservadora por partida doble. Citada por el mismo Reagan, la película propone una visión idílica de los ‘50, antes de ser arrasados por Vietnam y la ola contracultural de los ’60. Michael Fox hace el tránsito a la madurez a través de su conversión en adolescente responsable, en ‘family man’, ese que hoy lleva a sus hijos a ver Volver al futuro, para que sepan lo cool que era –y será- el eterno presente del pasado… (…) Volver al pasado como si fuera futuro dibuja la distancia entre ser moderno y ser contemporáneo: ser moderno es pensar siempre en un nuevo comienzo, ser contemporáneo es pensar siempre en el mero devenir. No es casual entonces que el presente eternizado en una imagen del pasado indique el estado terminal de una juventud sin juventud, embalsamada en su propio retrato (de Dorian Gray). (…) “No busques en tus antepasados/ Busca lo mismo/ que ellos buscaron”: el milenario haiku de Basho ya señalaba la diferencia entre dos modos de enfrentarse con la tradición. Para ‘Volver al futuro’ de verdad habría que volver a pensar la tradición como parte de una Historia que le pide a cada generación que se haga cargo de su propio tiempo, sin apelar a una detenida nostalgia ni a la excusa de que no hay nada nuevo bajo el sol.
Por el futuro. Mañana es mejor.
JPS
6 comentarios:
Yo conocí este tema por nuestra hermana pequeña, RZ. Ahora ella escucha Neutral Milk Hotel y yo Estelle. Que curioso, no? Diría Georgie.
Saludos,
ds.
La parabola que nos define es la del arco iris, mi querido ds, ya lo explico mejor que yo el bueno de Pynchon en 1200 paginas imperdibles.
Saludos!
Jps
Algo hay de cierto sobre lo que decís de las diferencias salariales y culturales.
Por ejemplo, un barrendero afiliado a Camioneros puede ganar unas ocho lucas, quizás mas de lo obtenga un periodista que labure free lance en tres medios.
Pero el tema es larguísimo para abordar.
Saludos.
Si, es largo, y lo que escribo es muy poco riguroso y apenas fundamentado, mas bien una opinion para, justamente, pensar o discutir la realidad nacional mientras escuchamos a estelle.
saludos,
JPS
Temazo. Lo escuché en su momento pero lo había olvidado.
EM.
el futuro ya no es lo que era.
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