BZ (aka El Compilador en el Centeno) nos ha preparado a todos nosotros, pobres mortales, un compilado de Gorillaz. Hace tiempo ya que la banda de Damon Albarn es mucho más que un chiste basado en animación tridimensional; Gorillaz es una de los proyectos musicales más interesantes del mundo porque combina la extraordinaria sensibilidad pop de Albarn con experimentos dance dignos de los Chemical Brothers. El resultado es música que se puede corear y danzar al mismo tiempo, orientado a gente que en general se queda atornillado en la silla cuando, en los cumpleaños de 15, suena aquel clásico de Alcides, Violeta.
En las canciones de Gorillaz casi siempre sucede lo mismo. Comienza una base muy canchera y bailable y la canción es poseída por una agradable deformidad que tranquiliza a todos los fans de The Fall. Pero la melodía albarniana aparece como un golpe bajo en la mitad de la canción y los viejos fans de Blur (esos treintañeros delgados que aun caminan las calles con un sueldo de 3.000 pesos mensuales) se sensibilizan. Así, con esta capacidad asombrosa de síntesis y comprensión del rock como forma artística, este compilado nos reconcilia con la música contemporánea, eso que dejamos de escuchar cuando se edito Room On Fire. Es cierto: por momentos, algunos rapeos de Gorillaz me dejan afuera de la fiesta, pero vamos, quizás la razón es que yo soy una de esas personas calificadas de amargos por quienes pretenden vivir en una perpetua celebracion. El recital fue una fiesta. La cancha fue una fiesta. La fiesta fue una fiesta.
Hay personas que nacieron para jugar al futbol, otras elaborar canciones pop, otras para no hacer nada. Estos últimos se hacen peronistas. Pero no caben dudas, Albarn forma parte de ese grupo extraordinario de hombres (Paul Macca, Ray Davies, Ian Mc Chulloch) que abundan en Inglaterra y que son capaces de lanzar una melodía agradable sobre cualquier grupo de acordes.
Palabras aparte para El Compilador en el Centeno, personaje secreto y silencioso de extrema sensibilidad y poseedor de la esencia lúdica e inocente de los niños. Ambas características parecen ajustarse a perfección a la metáfora de Gorillaz (animación infantil para los ojos, música compleja y adulta detrás del telón). Quizás sea cierta aquella sentencia del poeta, que dijo que desconocemos las razones profundas de nuestras elecciones, que nuestras elecciones eligen por nosotros de acuerdo a una voluntad inasible. Esa voluntad llevo a Holden Claufield a NYC y a BZ a elegir a Gorillaz sin saber que Gorillaz lo estaba eligiendo a él, sin saber que en el fondo eran lo mismo.
Quizás la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas.
JPS
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