viernes, 25 de junio de 2010

El otro Yo

Está claro que desde que comenzó el mundial la frecuencia de posteos de este blog se ha reducido considerablemente. El fútbol, la esperanza argentina, la brillante aparición de Ozil, se han apoderado de nuestros pensamientos. La música es un elemento secundario, necesario pero menor durante el mes que dura la competición. Pero, sin embargo, durante estas semanas en las que raramente pongo música en los diferentes reproductores, concentrado en lo que parece ser un gran mundial de Hamsik, mi mente establece su resistencia ante el abandono y hace surgir canciones desde sus profundidades, ese arcón virtual de recuerdos que almacena cada rostro que hemos visto y cada melodía que hemos escuchado. Caminando por la calle me he encontrado tarareando Just Like Honey, Do you remember the first time? o El Regreso de Mao sin previo aviso, al bajar del cordón de la vereda o avanzando en subte junto al bueno de EHEB, aún cuando hayan pasado meses desde la última vez que las escuché. Supongo que todas esas canciones ya son tan parte mía como mi brazo o mi obra social.

Los otros días hablaba con una de esas mujeres muy leídas de cuerpo femenino que aún existen, que me preguntaba sobre el Ulises de Joyce, libro que estaba a punto de leer. Le di una breve opinión. Ella me dijo que leyó una conferencia de Lacan sobre la novela en la que el tipo decía que todo el libro era producto de la personalidad neurótica compulsiva de Joyce y que sino lo escribía iba a terminar suicidándose, apoyándose en elementos biográficos del irlandés y en una análisis estúpido de la obra. En aquél momento sentí deseos de huir y quizás eso fue lo que debí hacer, pero como aún conservo esperanzas en la humanidad le expliqué que Lacan era un imbécil, que pasados 400 años todo arte es anónimo y que sólo queda la obra, incólume como un objeto independiente, ajena a los psicólogos y a los universitarios de turno.

Tiendo a relacionar las dos ideas. Olvidadas las revistas de rock, los análisis sociológicos, las escenas de determinada ciudad, la compulsión a ver localismos, sólo queda la belleza artística (ética y estética) y su capacidad para transmitir emociones y para acompañar al hombre en diferente situaciones, como ha escrito el arltiano de EM en el posteo anterior. Nuestra mente, mucho más sabia que nosotros, sabe clasificar aquello que debemos recordar de aquello que debemos olvidar, y por eso retiene las melodías de Jarvis Cocker y manda a su propia Papelera de Reciclaje las conferencias y los ensayos de aquellos que tienden a sobre estimar el Yo. Como diría Lennon, “el yo es un concepto a través del cual medimos el dolor”. (¿?).

Sin más, les dejo esta canción cuya frase inicial he estado cantando durante semanas y que escucho recién ahora. Gracias Pete por tanta magia. Y claro, nos vemos el 11 de julio.

JPS
And all the memories of the pubs and the clubs
and the drugs and the tubs
we shared together,
Will stay with me forever.
Oh won't you please forgive me
I no longer hear the music

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando cantamos en el subte nadie nos dio monedas, ni notaron que el pibe que recorría el tren zapando por limosnas era el violero de Bersuit.
Nuestra mente puede ser sabia y lúcida y saber que retener; pero el mundo y el mundial son caprichosos.
El hombre en bata.

Anónimo dijo...

el mundial es caprichoso para los equipos que especulan, que no van para adelante. para los que tienen ganas de hacer goles, es genial. por eso le tengo mucha fe a argentina.

Anónimo dijo...

Hago dos reconocimientos: Uno, a este posteo; y el otro, a Marcelo Bielsa.


EM.