viernes, 28 de enero de 2011

Cambiando de tema

Esperando que el stalinista de ds no haga pie a su feroz censura, les dejo aqui un post sobre literatura en el que comento los libros que lei durante un enero vocacional dedicado al ocio cultural. Saludos,

Cuentos Completos de Rodolfo Fogwill

Fogwill es junto uno de los ciudadanos más brillantes y lucidos que haya dado Buenos Aires en años; posee todas las características del típico porteño: falopero, quejoso, paranoico, anti peronista, soberbio. Su visión del país es amarga, casi apocalíptica: nada en Argentina parece tener solución, y sus personajes cargan sobre sus hombros la neurosis que provoca el olvido, el abandono, la falta de compromiso. Quizás sea por eso que algunos de sus cuentos provocan una autentica incomodidad, una angustia sutil que va creciendo progresivamente en el lector. La historia argentina aparece en los relatos como un horrible ruido de fondo, colándose en los diálogos, los viajes, los coitos, influenciando a los personajes sin que estos lo perciban. Fogwill es muchos escritores al mismo tiempo, no cree en un estilo uniforme sino que se disfraza de aquel que más le convenga, como si en el fondo se estuviera mofando de la literatura y del país mismo y en esa risa perpetrara su resistencia.

Dublinescas de Enrique Vila Matas

Literatura intelectual por excelencia, Vila Matas escribe preguntándose el sentido mismo de la escritura, el rol de los libros y del conocimiento en un mundo en el que el sentido se diluye, en el que pensar se ha vuelto una pérdida de tiempo. La metáfora justa para sus personajes es la de un péndulo que se mueve pero que no puede escapar del lugar al que está condenado. Vagando por su mente, por sus libros, por sus ideas, el editor retirado Samuel Riba revive el Ulises de James Joyce y presencia el funeral de la literatura. Su viaje a Dublín es una ilusión, un movimiento falso. Riba parece comprender que no es más que el personaje de una novela y por lo tanto un fantasma, el espectro de un arte (la literatura) que está en extinción. Dublinescas es una gran novela porque ya no se piensa a sí misma como una novela sino como la transición exacta entre esos grandes libros europeos (Ulises, La Montana Mágica, En Busca del Tiempo Perdido) y un futuro incierto en el que el concepto mismo de libro está en crisis.

Blanco Nocturno de Ricardo Piglia

Había leído con placer adolescente Respiración Artificial y quise darle una segunda oportunidad a Piglia. Blanco Nocturno es insustancial, un pálido intento de best seller y una indagación algo mediocre de la cultura de los pueblos ganaderos de la provincia de Buenos Aires. Nada en el libro parece tener centro, o quizás el centro propuesto por el escritor es poco interesante, tanto en la forma como en el contenido. La literatura de Piglia atrasa el tiempo, nos hace volver a esos novelones de Mallea que nadie puede leer, aunque en un tono más sintético y ágil.

Una Cuestión Personal de Kenzaburo Oe

Los debates adolescentes del libro pueden parecer tontos pero Kenzaburo tiene una extraordinaria sensibilidad para narrar historias y, sobre todo, para presentarnos personajes. Lo que comienza siendo banal termina planteando una discusión moral relevante. Himiko y Bird todavía están en mi memoria y su extraña relación está contada admirablemente, aun en sus detalles más perversos. El final deja un sabor agrio, moralizante, y arruina el libro, pero el recorrido del personaje principal (apenas una anécdota) cobra extrañas dimensiones, casi como el paseo de Holden por New York.

La Subasta del lote 49 de Thomas Pynchon

La prosa de Pynchon es compleja y enredada. La trama es un enorme absurdo. El humor aparece de golpe en el libro, tomando desprevenido al lector. Y sobre el final La Subasta del Lote 49 se acomoda hasta hacernos ver el grado de paranoia y locura sobre el que se ha cimentado esa utopía llamada Estados Unidos. Pynchon termina logrando una visión acabada de ese país subterráneo que se arrastra por debajo del sueño americano.

La Muerte en Venecia de Thomas Mann

Esta novela es sencillamente extraordinaria. Las palabras se acomodan sobre la hoja como por arte de magia, en una combinación que parece unir los tres ideales platónicos (verdad, belleza y bondad). Todo en el libro es perfecto, y los comentarios sobre el rol del artista de los primeros capítulos entran en el plano de lo esencial. Claro, estamos hablando de Thomas Mann, uno de los escritores más celebrados del siglo XX, la ultima inteligencia alemana previa a Hitler, y uno siente felicidad al saber que todavía le queda explorar toda su obra. La belleza aparece frente al personaje y este es incapaz de acceder a ella. Su muerte es feliz porque sus ideas han cobrado vida y su final es el final de la cultura europea del siglo XIX. La oscuridad fascista comenzaba a ocultar el sol del horizonte.

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