jueves, 22 de abril de 2010

Noticias de ayer

El asombroso hecho de que los diarios deban salir (valga la redundancia) todos los días, ha condenado al periodismo a volverse una variante del chimento o del rumor. Ciudades como Pehuajó o Carlos Casares tienen dos periódicos que se pelean por retratar la vertiginosa realidad de dos pueblos entrañables en los que, a decir verdad, no sucede nada. Sería ideal un semanario, incluso una publicación mensual, allí se contaría lo verdaderamente importante y la información tendría algún valor. Pero la noticia se ha vuelto una mercadería y la necesidad de llenar vacíos y vender publicidad hace que cualquier banalidad sea comentada, que lo famoso no se relacione con el mérito sino con el mero oportunismo del periodista que se ve obligado a escribir sobre lo que sea ya que, a fin de cuentas, lo que importa no es el texto sino las publicidades que lo rodean y que mantienen viva la maquinaria.

No todos los días suceden cosas interesantes. Del siglo XII sólo recordamos las fallidas Cruzadas, la irrupción de la burguesía en las ciudades y a San Francisco de Asís. Del siglo XIII no recuerdo nada, porque recordar es un acto de fe y no creo que ese siglo haya existido siquiera. En la actualidad se inventan titulares, se hace ficción sobre la realidad pero ésta, inmutable como el tiempo, permanece indiferente al drama televisivo. Somos espectadores de una novela diaria llamada TN.

En Utopía de un hombre que está cansado, Borges hace hablar a un hombre del futuro que dice:

-En mi curioso ayer –contesté-, prevalecía la superstición de que entre cada tarde y cada mañana ocurren hechos que es una vergüenza ignorar. (…) los ínfimos pormenores del último congreso de pedagogos, la inminente ruptura de relaciones y los mensajes que los presidentes mandaban, elaborados por el secretario del secretario con la prudente imprecisión que era propia del género.

Todo eso se leía para el olvido, porque a las pocas horas lo borrarían otras trivialidades. (…) Las imágenes y la letra impresa eran más reales que las cosas. Sólo lo publicado era verdadero. Esse est percipi (ser es ser retratado) era el prinicipio, el medio y el fin de nuestro singular concepto del mundo (…)”.


El asunto a pensar es si la compulsiva metralleta de noticias responde a una necesidad del hombre actual o a una estrategia de mercado: por cada nota sobre la inseguridad, una publicidad de Garbarino. Quizás ambas cosas estén relacionadas, siendo una consecuencia directa de la otra.

La saturación de información va anulando lentamente la posibilidad de interpretarla. Así como es imposible generar noticias a diario, también es imposible asimilarlas. La diferencia entre lo bueno y lo malo cae en una peligrosa relatividad donde los juicios tajantes han sido perimidos, donde basta con aparecer para ser respetado. El debate entre lo verdadero y lo falso ya no existe, ha sido reemplazado por la dicotomía real-irreal (mediático-no mediático), que cierra la posibilidad de una discusión y que explica en parte el estéril debate por la inseguridad entre el gobierno nacional y los medios (y la gente que los lee).

Si antes de Internet coleccionábamos las RS, hoy uno puede hojearlas en 10 minutos y ya no volver a leerlas. El catálogo de novedades es tan extenso y exhaustivo que uno termina saturado, rezando por la aparición de un ensayo sobre los Beatles. Las diferentes publicaciones pueden diferenciarse, sí, por el segmento de mercado al que apuntan, pero es ridículo pensar que hay una mejor que otra. Inrocks es para cierto público, RS para otro y La Mano para otro. Todas tienen el mismo defecto: ya no hay textos memorables sino una compulsiva búsqueda de lo último, como un burro persiguiendo la zanahoria del tiempo.

En un ensayo sobre la precisión de los simulacros, Jean Baudrillard recuerda un cuento de Borges sobre un mapa (es decir, una representación) tan detallada que es ya una correspondencia biunívoca con el territorio. A partir de esta historia señala que en la era postmoderna el territorio ha dejado de existir y que sólo ha quedado el mapa o, mejor, que es imposible distinguir los conceptos mismos de mapa y territorio, borrando la diferencia que solía existir entre ellos. Baudrillard insiste en que la realidad supera a la ficción y afirma que no existe la construcción de sentido independiente. En la cultura contemporánea el concepto de "realidad" ha entrado en una crisis irreversible.

Hace algunos días, durante una larga noche de insomnio, vi en Encuentro una entrevista genial al sociólogo francés Alan Touraine. Entre otras cosas, presentando su libro Crítica a la modernidad, comentó que este no es ya un mundo industrial dedicado a la fabricación de objetos sino que se trata de un mundo post-industrializado dedicado a la fabricación de imágenes del hombre. La expresión es llamativa y me resulta muy precisa. De esa proliferación de imágenes surge el problema de cómo verse primero a uno mismo (con el riesgo de caer en el Yo devenido en estrella de Lipovetsky) y luego al otro cultural. Si en la modernidad cayeron las grandes narraciones, en la actualidad todo discurso ha sido absorbido por un único gran relato: la globalización. El peligro que implica lo globalizado es que se aceptan las diferencias culturales siempre y cuando se ingrese al mundo de intercambios y capitales. No se discrimina ya por religión, raza o sexo sino por capacidad de consumo, y es aquí donde uno logra entender cómo la pobreza (y su marginalidad) es hoy la forma de discriminación final y decisiva, anónima y silenciosa, casi tercerizada.

Cada vez que escribo sobre estas cosas me pregunto por qué no posteo un tema de los Ramones y ya. Los otros días Becky, una amiga universitaria, estaba leyendo un apunte sobre la post modernidad de un autor que ya no recuerdo. Se lo pedí para hojearlo. Me encuentro con que el primer capítulo tiene el rotundo título La Muerte del Sujeto. Lo salteo. El segundo capítulo se llama El fin del criterio único y la dictadura de lo relativo. Lo arrojé al suelo con algo de pavor. Todo esto pasó mientras intentaba escribir este banal artículo. Quise dejarlo, claro. No pude.

Este es el resultado de esa incapacidad.

Un tema de los Ramones y ya.
JPS

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Como redactor de un diario, puedo decir que lo que faltan no son acontecimientos, sino imaginación.

Anónimo dijo...

la falta de imaginacion debe ser el mal de esta epoca.

Anónimo dijo...

Andy Warhol decía que le encantaba el cine porque le explicaba a la gente como debía comportortarse. Creo que eso pasa ahora con la publicidad.
el hombre en bata.
Levante la mano el que se siente profundamente asustado por esto.

Anónimo dijo...

es terrible. los personajes de publicidad estan inspirados en los más boludos de nuestros conocidos. el matrimonio que se pelea por la tarjeta del banco galicia me ofende como humano. recuerdo una época en la quw la gente cantaba "foto con el yeti". algo murió en ese momento, estoy tratando de descubrir qué.

jps

H dijo...

borges dijo algo asi como que el periodismo era letra muerta y lo que se escribia hoy servia para envolver los huevos mañana.

por eso trato de subir mis notas a facebuuk :D



pd. alguien sabe donde consigo "el dia que Borges conocio a Jose Maria Listorti" ?

Anónimo dijo...

noticas de ayer, extra extra

brindo por el blog mas ricotero e inteligente que anda dando vueltas por ahí. saludos de un fan.