sábado, 8 de octubre de 2011

Recuerdos del futuro



El año que viene, Yankee Hotel Foxtrot va a cumplir diez años. Es curioso, ya pasó una década y el disco suena tan adelantado que parece que aún no hubiera sido hecho. La otra vez hablábamos con JPS que, de manera objetiva, hay relativamente pocos álbumes que tengan la totalidad de sus temas al mismo nivel. Por supuesto, los mejores discos tienen un concepto, son consecuencia directa de sus circunstancias, presentan una producción que, en su conjunto, expresa una visión del mundo; pero hay otros que, también -como si acaso no bastara con eso-, exhiben una lista inapelable, que va directo a ese lugar de la historia al que vamos a recurrir una y otra vez a lo largo de nuestras vidas. Este es el caso.

Pasaron diez años, decía, y el disco no pierde un ápice de complejidad. Es difícil repetir la historia –sino imposible-, y afortunadamente el artista no se propone hacerlo. Esto pasó y así va a ser. Wilco no se planteó nunca más hacer algo semejante. Sus siguientes discos son notables, parejos, sólidos. La "experiencia Yankee", no obstante, fue su propia revolución; el tipo de revolució
n que hoy se puede hacer en este mundo ganado por la tecnocracia.

Ya desde su inicio, el disco propone otra manera de acercamiento a la música. Voy a ser autorreferencial: recuerdo la primera vez que escuché I’m trying to break your heart. Fue en el intermedio de un ensayo. Estaban ds, JPS y bz. Todavía no había llegado MN, uno de los tipos más fanáticos de Wilco que conozco. La introducción de la batería me pareció directamente una nueva concepción en la forma de ejecutar el instrumento. Sin embargo, nada fue inmediato. Pasarían años hasta que Wilco se convirtiera en la banda de sonido de la recta hacia los 30 años.

El primer tema viene del caos, y hacia el caos va. Todo el disco es así. JPS ya ha hablado del contexto de esta obra, así que me concentraré en lo musical. La movilidad de la batería desarma permanentemente la canción, que se sobrepone a cada rato a puro rasguido en tres acordes. Mi hermano, bz, lo señaló: Glenn Kotche -que se incorporó a la banda a partir de este disco- elabora melodías con el instrumento. A la vez, hay pianos, percusión, timbres y la atmósfera entrañable que el fallecido Bennet le imprimía a todos los temas.

Las canciones surgen de un tormento, terminan en otro. Tweedy canta sin pretensiones, recita, grita por momentos, se abandona, deja que el caos lo gane todo. Detrás, las bases rítmicas ubican a los temas en la mejor tradición folk sin descuidar el costado indie, más a cargo de Bennet. Así suenan, por ejemplo, Kamera y la perpetua War on war.

El mejor momento del disco me parece, hoy, Ashes of American Flags. El documental del mismo nombre acentúa su potencia melancólica, sus vaivenes, con un Tweedy entre Bob Dylan y Neil Young entonando versos inefables del tipo I wonder why we listen to poets when nobody gives a fuck. El sueño americano pasado por una trituradora.

Esa atmósfera, los acoples y los sutiles arreglos de percusión son la identidad del tema y del Wilco de 2002, el mismo Wilco al que la discográfica le rechazó el disco un año antes por no contar con ningún tema capaz de editarse como sencillo. Incluso rebajando la discusión a ese plano, el dictamen empresarial fue lo suficientemente inepto como para no comprender que allí había muchas obras capaces de presentarse en sociedad, como Heavy Metal Drummer, Jesus, Etc. o hasta Kamera ó War on War. El mundo se estaba yendo al tacho, a Wilco le rechazaban el disco.

Las composiciones de Bennet -con Pot Kettle Black como símbolo- fueron fundamentales para forjar la identidad musical de la banda, que hoy presenta su mejor formación, con un Tweedy que parece absorberlo todo. En aquellos años, el productor y multi-instrumentista generó en las canciones el desorden que la banda necesitaba para sobrevivir y abrirse del camino del rock tradicional norteamericano de segunda mitad de los ’90. “Hay tristeza en lo que hacemos, la sensación de que todo, en cualquier momento, puede arruinarse”, dijo Tweedy en una entrevista reciente. Es más o menos eso.

Hoy, escuchar a Wilco en vivo es comprobar que sus temas suenan mejor que en los discos. Sus versiones son irremplazables, arrolladoras, adictivas. Esa es una inversión de la que pueden enorgullecerse. Además de haberse adelantado por una década a su propia obra: Yankee Hotel Foxtrot estará saliendo de un momento a otro.



EM.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El fanatismo de este blog por Wilco esta llegando a niveles muy altos, y esta bien que asi sea. Se nota en este texto su urgencia y la necesidad de Em por escribirlo. En horabuena.

Saludos,

Jps

Anónimo dijo...

Pregunta aparte, viendo la foto me pregunto, que hace wallas de massacre con los de wilco?

jps