domingo, 3 de enero de 2010

Música de cañerías


No quisiera dejar pasar mucho tiempo más sin señalar un giro instrumental que, desde las bases de batería, se operó en la discografía de los Redondos, coincidentemente con el traspaso de los ’80 a los ’90.


Como todos sabemos, hasta ese momento las baterías de los Redondos eran eficientes pero, a decir verdad, ninguna salía de cierto tradicionalismo de rock beat, de golpe firme. Sonaban bien, cumplían el papel que debían cumplir en esos temazos, y listo. Sin embargo, y yo diría que de manera incipiente a partir de Lobo suelto, cordero atado, el grupo amplió, conscientemente o no, el horizonte de experimentación con los parches.


Este cambio de concepción ya se constituyó por completo en Luz Belito, y de ahí hasta el final de la discografía (aunque no quedaba mucho).


La base de batería de “Ladrón de mi cerebro”, por ejemplo, fue apenas un síntoma de lo que vendría, mientras que el pulso militar de la bata de “Juguetes perdidos”, ya en el disco siguiente, anunciaba que el cambio había llegado.


Es necesario prestar suma atención a las bases de percusión de “Gualicho” y “La pequeña novia del carioca”, de Último Bondi a Finisterre. Un recurso como el de la primera, donde la bata aparece en un fade in, y cuyos movimientos en redoblante y hi-hat otorgan a la canción una sensación de marcha permanente, creo que no fue usado en ningún momento anterior de la discografía ricotera. El segundo caso, por su parte, y parafrasenado a ds, trae directamente el “éxtasis”: la construcción de batería de “La pequeña novia del carioca” superó de manera inapelable todo lo previo y lo posterior hecho por el grupo.


Repasemos. Esta ingeniería es casi irreproducible. Parece confeccionada por uno de esos virtuosos profesores de batería que escriben todo lo que tocan, y que ejecutan el instrumento sin quitar la mirada de las partituras. Para empezar, está tocada con escobillas, algo que –al menos oficialmente- nunca había sucedido en los Redondos. Y no sólo eso, porque, a la vez, también está ejecutada con palillos, esto es, a cuatro manos. MN me comentó que, en vivo, el tema era tocado con dos baterías. De otro modo, sería imposible.


Las escobillas agitan sutilmente los platos durante las estrofas, y el sonido se expande indefinidamente por sobre los golpes latosos del redoblante, que son producidos con palillos. El estribillo también es ejecutado con los palos, y se suma una pandereta: es el momento del caos. Al regreso, las escobillas vuelven a su base matemática, los palillos al redo, y así hasta el nuevo estribillo… (aunque en la estrofa final la base de escobillas se modifica casi imperceptiblemente).


Pensar, también, en la arquitectura percusiva de “Una piba con la remera de Greenpeace”, impensable diez años atrás. ¿Esta nueva forma de concebir las bases de batería corresponde a cierto cambio más profundo en la composición y producción de los temas? Me inclinaría a pensar que sí. Hay muchas cosas novedosas en todos estos discos, que se me antojan cada vez más valiosos.


Por supuesto, hay excepciones previas. La compleja batería de “Motor psico” es una de ellas. Aunque ahora no tengo otra opción que dejarlos con “La pequeña novia del carioca”, por si necesitan repasar algo. Es que así me pasó a mí cuando una noche ese tema inspiró este post.





EM.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

"...y un dia los bateristas se apoderarán del mundo..."

Anónimo dijo...

"...y un dia los redondos desaparecieron ...(gacias a dios)"

Anónimo dijo...

hay que ser un perfecto pelotudo para renegar de los redondos.
el hombre en bata.