lunes, 1 de febrero de 2010

Está mejorando (el fin de las vacaciones)

Salí de trabajar y la tarde me encontró en el departamento de Luxon. Alguien encendió una sustancia y la risa y los Beatles hicieron que me olvidara de esa ilusión, el tiempo. Algunos decidieron prolongar el encuentro durante la noche, Eugenio y yo decidimos volver a La Plata. El calor era sofocante. En Corrientes el sol se reflejaba en el pavimento, que parecía un espejo, y me sentí en Mar del Plata, caminando hacia un mar de cemento. En una de las librerías sin puertas de la avenida leí al pasar el título de un libro: Por qué fracasó la economía K. Cuando faltan aún dos años para que Cristina Fernández termine su mandato, comprendí horrorizado que estamos perdidos. Ya hay libros que se editan y se leen con el convencimiento de que todo se ha ido al caño. El éxito de El Dueño es la demostración cabal de que todo pudo ser de otra manera. La conversación con mi amigo nos hizo comprender que en nuestro país, lamentablemente, el fracaso es un negocio. El éxito es vilipendiado, envidiado y saboteado, el fracaso, por el contrario, genera morbo y placer en dosis similares. Maradona, Charly, la Hiena Barrios, parecen encarnaciones físicas de ese culto nacional al fracaso, un ocaso lleno de proyectos venidos a menos, soportando el lastre de una frustración de la que nadie quiere hacerse cargo.

Doblamos en 9 de Julio y el sol, que nos daba en la cara, se ocultó detrás de unos edificios. Después de días y días de soledad en Buenos Aires, la cola del Plaza daba vuelta la esquina. Se terminaron las vacaciones, me dijo Eugenio, y los dos nos pusimos en la fila.



JPS

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