miércoles, 2 de diciembre de 2009

Las 10 canciones del 2009 IV

El siempre certero ds comentó el otro dìa que este había sido el año de los subnormales, teniendo en cuenta que tanto Susan Boyle como Daniel Johnston habían incrementado su popularidad notoriamente. La primera, por tener la voz de María Callas en el cuerpo de la Nana (el personaje del Conde Pátula), el segundo por ser un condenado genio que Internet y una película se encargaron de popularizar. Ds olvidó mencionarlo, pero Axel también vendió muchos discos.

Un amigo definió a la línea soy el fantasma de mi propia ópera como shakesperiana. No me parece una exageración. De hecho, debo admitir cayendo en el fanatismo que la canción me parece una absoluta obra maestra, compuesta por Johnston a sus tiernos 20 años. Este dato impresiona pero no sorprende, ya que su autor siempre hizo arte con el corazón (o esa figura poética llamada corazón) y no necesitó llegar a cierto punto de reflexión mental para alcanzar la excelencia. Podríamos decir que Daniel ya era un genio antes de escribir siquiera un tema.

Esperando nuestro turno en una kafkiana cola de Camuzzi, mi hermano me comentó que una idea repetida en las canciones de Johnston era la de verse a sí mismo solo en una multitud, quedando en ridículo. Es difícil no identificarse con una imagen de esta naturaleza, tan simple y tan humana. La simpleza es la mejor característica de Johnston, y creo que se relaciona con la escasez de filtros o represiones que parecen definir a todo buen fan de Casper, el fantasmita amigable.

La canción que nos ocupa parece ir aún más lejos. La letra plantea algo que con el tiempo he confirmado una y otra vez: los humanos nos estamos auto boicoteando todo el tiempo. El infierno no está en los otros sino en uno mismo. Estuve escribiendo una escena en la que un personaje le dice a una novia que parece haber perdido:

Tomo todas las decisiones incorrectas. Estudie cine, una carrera que no da dinero. Soy hincha de Gimnasia, un club que no da campeonatos. Es así, soy un idiota, me auto boicoteo. Es la historia de mi vida. Como esa canción de Daniel Johnston, “soy el fantasma de mi propia ópera”. Vos me conocés. Perdoname, por favor.

Más allá de los elementos autobiográficos del parlamento (que niego rotundamente), el punto es que el sabotaje personal es algo que observo con temerosa frecuencia en la gente que me rodea. He visto a los mejores hombre de mi generación arruinando relaciones, trabajos o gobiernos por su simple impulso estúpido o auto destructivo, como si el eros y el thanatos con el que debemos convivir fuera demasiado y no supiéramos lidiar con la horrenda polaridad. Como dice Daniel, interpretamos todas las partes, somos el actor y el hombre en el subsuelo, el villano y el héroe, mientras los fantasmas del pasado acechan en las sombras de nuestra cabeza.

Creo que lo más brillante del asunto se da cuando Johnston dice que nunca deja de ensayar, como si la vida no fuera más que eso, un larguísimo ensayo donde tratamos desesperadamente de aprender cuál es nuestro papel. La frase pensé que era una etapa, pero no nos sumerge en la conciencia de que esa incertidumbre es algo que nos acompaña hasta le final de nuestros días.

Que linda que es la música cuando está mal grabada, mal tocada, pero sale del corazón, esa figura poética. Todos nosotros no somos más que figuras poéticas.



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