Las 10 canciones del 2009 VII

La invasión de los usurpadores de cuerpos

A comienzos de este año (o a finales del anterior, a quién le importa) salió una entrevista en la RS a Charly García. Tanto Bruno como yo, sin hablarnos, pensamos lo mismo: es la última. Después de esto el suicidio o la muerte trágica. El calamitoso estado de la vida financiera y personal de García y su horror ante una realidad que evadía en la oscuridad de su departamento era evidente. Es difícil decidir cuándo comenzó su declive. Algunos dirán que siempre fue un músico mediocre, nunca faltan, y que su obra nunca valió un peso. Yo no soy de esos. Yo creo que Charly hizo canciones gloriosas. En algún momento, la droga, el ego, la basura, lo transformó en una suerte de bufón nacional, un payaso que se lanzaba desde edificios y se bajaba los pantalones. Siempre he pensado a García como un típico porteño: materialista, payaso, lúcido para variar, portador de ese miedo a la debacle que caracteriza al electorado preferido del PRO.

Lo que le pasó al poco tiempo de aquella elegíaca entrevista fue terrible: se volvió una víctima de los usurpadores de cuerpos. Ahora su carrera la maneja Lopérfido, que realmente parece un tipo de otro planeta, despreciable y lleno de lobbystas. Siempre que lo veo le busco el tatuaje de De Narváez en alguna parte del cuerpo, eso confirmaría la condición alienígena de ambos, como si el tatoo fuera la marca de nacimiento del remoto sistema solar del que vienen. Lo que Lopérfido y sus amigotes del grupo sushi hicieron con Charly fue terrible. No lo alejaron de las drogas, sólo comenzaron a darle otras, que lo hacen ver como un gordito pasado de Rivotril.

Esta imagen de Charly es patética, en tanto despierta algo de lástima. Sí, su versión anterior también era lastimosa, pero de todos modos tenía un gusto épico que lo redimía si uno volvía a oír algunas de sus mejores canciones. Uno tenía la sensación de que Charly se había caído del sistema por idiota, sí, pero también porque tenía una serie de ideales que nunca consideró cambiar. Incluso su etapa Say No More, aunque dio un montón de momentos avergonzantes, era un intento por hacer algunas cosas diferentes, llevar la música nacional (cuyo exponente contemporáneo más exitoso eran Los Piojos) a un plano diferente. Aunque fracasó en su objetivo, algunas cosas del disco Influencia me siguen pareciendo excelentes.

Este nuevo García parece una simple víctima. ¿Víctima de qué? De sí mismo en primer lugar, pero también de la decadencia de la industria musical que fue paralela a su declive, y la decadencia de un país que encontró a Charly poniéndole el brazalete de Say No More a Menem. Charly creyó encarnar los lujos del primer mundo grabando en NYC y dando un unplugged para MTV, pero terminó quebrado viendo cómo, en realidad, toda aquella farsa lo estaba consumiendo de a poco. A diferencia de la insoportable levedad de Cer-ati, Charly nunca logró adaptarse a las estructuras, su espíritu autodestructivo (que comenzó cuando escuchó There´s a Place de los Beatles y dejó su carrera de pianista para dedicarse al rock) es más fuerte que todo lo que lo rodea. Hoy su imagen parece encarnar el desdén y la arrogancia con la que él mismo miró el mundo durante años, como si su visión del mundo se le hubiera vuelto en contra y se hubiera encarnado dentro suyo. Después de todo, aquella fabulosa canción de los Beatles decía

There is a place,
Where i can go,

And it's my mind

Creo que la gran lucha de Charly es recuperar ese lugar que los Lopérfido del mundo le han quitado. Quizás esa sea la gran lucha de todos en estos días.